Es saludable para una pareja que está comprometida a casarse recibir consejos en forma anticipada. Muchas veces hay aspectos de la vida matrimonial que no han tomado en cuenta y por eso buscan la voluntad de Dios y deciden poner por obra las recomendaciones. Muchos han expresado gratitud por los consejos oportunos pues evitaron problemas.

 

 

“No seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.” Efesios 5:17.

 

El hombre no fue creado como ayudante de la mujer, sino que la mujer fue puesta para que se ayudaran mutuamente. Este es el orden que Dios dispuso. Dios formó una sociedad en la raza humana para llevar a cabo sus propósitos. Efesios 5 destaca la relación entre el hombre y su esposa poniéndola en un nivel muy alto: la relación entre los dos ha de reflejar la relación entre Cristo y su Esposa, la Iglesia. ¿Ha pensado en lo que significa esto en sentido práctico?” Cabe preguntar, ¿Cómo quiere Dios que los esposos se ayuden mutuamente? ¿Cómo quiere Dios que la esposa ayude a su esposo, y vice versa? Es obvio que desde el principio Dios quiso que la mujer apoyara y ayudara a su esposo. Cada uno debe preguntarse, ¿Cuál es el plan de Dios para mí? ¿Por qué me tiene aquí en el mundo?

 

Adán y Eva recibieron instrucciones específicas. Desafortunadamente no las realizaron al pie de la letra. En vez de mantenerse sometidos a Dios para saber su voluntad, prestaron oído al susurro engañoso de Satanás y nosotros somos los herederos de las nefastas consecuencias. Cuando Adán y Eva pecaron, los dos se alejaron de Dios, y Él los buscó. Es igual hoy día, Dios nos busca por medio del bendito evangelio para que podamos ser restaurados a Él a través de Cristo, el Único Mediador. Una vez restaurados a la comunión con Él debemos decir, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” La Biblia es nuestra guía y así tanto los esposos con sus esposas, y los solteros y las solteras deben preocuparse por saber qué es lo que Dios quiere para que Él sea glorificado en nuestra vida. ¿Qué es lo que Dios quiere de mí?

 

La historia de Adán y Eva en el huerto de Edén enseña donde el ser humano falla y lo que causa problemas en su vida individual y matrimonial. A pesar de las condiciones óptimas en que vivía Eva en el Edén, empezó a presentir que las cosas pudieran ser aún mejores. Se encontró conversando un día con una muy amistosa serpiente. Este animal le llevó a considerar un lindo árbol que había en medio del huerto. Adán le había comunicado que Dios había prohibido el comer de éste árbol. Era permitido comer de todos los otros árboles, pero no del que estaba en el medio. La serpiente insinuó, aunque en forma indirecta, que Dios era egoísta al prohibir que comieran del fruto de este árbol. También insinuó que las consecuencias no serían tan nefastas como una muerte segura. El árbol era bueno para comer, muy lindo para contemplar, y además su fruto daría el conocimiento del bien y del mal. Según la serpiente, ella y su esposo llegarían a ser como Dios. La insinuación del diablo parece haber despertado el pensamiento en Eva, “¿por qué no podemos tener esta ventaja también?” O quizás, “¿qué mal hay en ambicionar ser más sabio, y más como Dios?” Tal pensamiento le llevó a pensar equivocadamente que Dios no era justo y que les privaba de algo. ¡Y Eva le creyó! Hoy día el diablo sigue sembrando ideas equivocadas en la mente. Ambiciones desmedidas, codicies excesivas, y experiencias más allá de lo que Dios permite en el vínculo matrimonial lleva al marido o a su mujer a probar “el fruto” de otro árbol que Dios ha prohibido. Dios quiere que las vidas sean conducidas dentro de los parámetros que Él estableció. El texto de hoy exhorta: “No seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” Efesios 5:17. (Continuará) –MER/DAJ