La entrada del pecado en la raza humana fue por medio de una mujer engañada por Satanás y un hombre desobediente. Inmediatamente sintieron el efecto de su pecado. El pecado no solamente afectó a ellos, sino a nosotros también. Dios les buscó y les perdonó pero perdieron un gran privilegio en el acto.

 

“Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” Efesios 5:33

 

A pesar de lo que Adán había informado a su esposa Eva acerca de los términos de su convivencia en el jardín, Eva prestó oído a la mentira del diablo. Al darse por convencida, la mujer tomó y comió del fruto. Pero ¡qué desilusión! Es verdad que ahora tiene conocimiento de algo que antes no conocía. Ahora ha comprobado la diferencia entre el bien y el mal, pero ya ha perdido el poder para hacer el bien y rechazar el mal. Sabe ahora que lo que había hecho fue un pecado. El pecado es transgredir una ley establecida, el cual trae consecuencias ineludibles. Eva no había sido creada por Dios para eso. La había traído a Adán para ser su ayuda idónea. Al responder al engaño del diablo, se había independizado en vez de vivir su vida interdependiente con la de su marido. Dios quiere que los esposos vivan sus vidas en conjunto teniendo como meta mutua obedecer y glorificar a Dios.

 

Eva no solamente había pecado en comer el fruto del árbol sino se lo ofreció a Adán quien lo aceptó. En eso, Adán desobedeció a Dios. Ahora los dos viven con una consciencia intranquila. Ya sienten vergüenza; y predomina la necesidad de cubrirse. Echando mano a las hojas grandes de la higuera, se cosieron delantales para cubrir su desnudez. Dios acostumbraba venir para conversar con ellos a la hora que soplaba el viento de la tarde. Los dos no se sienten suficientemente cubiertos para encontrarse con Él y al escuchar su voz cuando se paseaba en el huerto, corrieron para esconderse entre los árboles. Con Dios no querían conversar pues descubrieron que ninguna cosa que ellos pudieran hacer servía para cubrir su pecado. Las dos preguntas ¿dónde estás tú? y ¿qué has hecho? hechas por Dios, pusieron de manifiesto su condición y su maldad. Ahora están sufriendo las consecuencias.

 

Al quedar expulsados del huerto de Edén, salieron vestidos con túnicas de pieles confeccionadas por Dios. Las túnicas habían costado la vida de una criatura y gracias a esa sangre inocente derramada, los dos culpables pudieron continuar con vida sobre la tierra. Se había producido una separación entre el ser humano y su Dios, es decir, se había producido la muerte espiritual. Gracias a la muerte de un sustituto, los dos podían tener contacto con su Creador pero habían perdido su lugar de privilegio. Perdieron también la alegría al actuar contra la expresa voluntad de Él. La desobediencia y la independencia continúan causando estragos en las relaciones entre marido y mujer. La Biblia sigue vigente, marcando la pauta para que dos personas puedan vivir en armonía y en comunión con Dios. “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,… Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia.” Efesios 5:21-25, 28-29. Gracias a Dios que a pesar del fracaso de la primera pareja, hoy día los que son salvos por la fe en Cristo pueden vivir en comunión con Él obedeciendo su Palabra. Esto trae bendición a los matrimonios. (Continuará)–MER/DAJ.

Lectura Diaria:
Éxodo 37:1-29 [leer]
/Salmos 89:19-52 [leer]
/Hechos 22:1-21 [leer]