Si dependemos de la circunstancias de la vida para darnos seguridad, vamos a fracasar. Por esto la Biblia nos invita a poner nuestra confianza en nuestro Dios que nunca falla.


“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Santiago 1:17

Nuestro Dios no cambia. Si nos salvó de la condenación en el pasado, no hay que temer que esto cambie. “No hay mudanza, ni sombra de variación” en “el Padre de las luces”. Es por esto que tenemos “un fortísimo consuelo” al mirar hacia el futuro. Nuestra confianza no se basa en nuestra fuerza, sino en el poder del Dios inmutable. En Él nos hemos refugiado. La situación de la persona antes de ser salva por la gracia de Dios está descrita en Efesios 2:12, “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Sin embargo, la triste condición del pecador es cambiada en el momento en que cree en Cristo, pues “ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” v.13.

Mirar atrás, a los fracasos y a las desilusiones, es frustrante y debilitante. Pablo el apóstol indica el remedio: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” 2 Corintios 4:16-18.

Pablo usó varios contrastes para poner de relieve que el futuro del cristiano está lleno de gloriosas alboradas. Es grato observar a los niños en su entusiasmo al anticipar el momento de recibir regalos. Su anhelo para que llegue el momento cuando sus expectativas serán realizadas les llena de alegría y contentamiento. Los niños no han visto el regalo, pero se lo imaginan y saben que va a llenar su vida de felicidad. Como los niños con sus anhelos, así debe ser la expectativa del creyente en Cristo, anclada en las promesas de Dios. No son las circunstancias las que suministran la certidumbre, sino la inmutabilidad de las promesas de Dios. Solamente es necesario echar mano de ellas con fe sencilla en su Palabra. Así llegamos a renovarnos de día en día y probamos que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana. El futuro está seguro en las manos de Dios a quien decimos “Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo, Y enséñame tus estatutos” Salmo 119:135. –DAJ

Lectura Diaria:
Josué 7 [leer]
/Isaías 3-4 [leer]
/Lucas 22:31-53 [leer]