No faltan las circunstancias adversas en la vida. A veces nos sobrevienen y otras veces nuestra propia voluntad nos conduce a meternos en ellas. Jesús tiene una palabra para todos, “tened ánimo”.

 

“Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Mateo 14:27

 

La mañana amaneció con pocas nubes. Como una bola de fuego, el sol salía lentamente detrás de los cerros, parte de los altos de Golán, a varios kilómetros hacia el oriente de la orilla del Mar de Galilea. La máquina fotográfica registró el momento emocionante. Lo establecido por Dios es que la tierra siga en su órbita y el sol continuaba subiendo para hacer su labor de iluminar y calentar. El mundo no para nunca en su rotación. Dentro de un par de horas subimos a bordo de la embarcación llamada FE. Era una réplica de las naves que antiguamente se usaban en el Mar de Galilea. Con un grupo de hermanos íbamos a cruzar el mar desde Tiberias para llegar a un muelle a poca distancia de Capernaum. Por decisión de mi cuñado, el líder del grupo, el motor fue parado en el medio del mar y en el silencio de la mañana con una leve neblina sobre el agua, la nave quedó flotando.

 

En la quietud de la mañana sobre las mismas aguas que conoció el Señor Jesús, tuvimos momentos de reflexión. Los pensamientos míos me llevaron a meditar en la presencia de Dios sobre el Señor cuando instruyó a sus discípulos a “entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera” Mateo 14:22. Jesús iba a despedir a la multitud para luego subir “al monte a orar aparte” v.23. Se quedó Jesús sólo en comunión con el Padre hasta la cuarta vigilia de la noche, o sea cerca de las tres de la madrugada. ¿Y los discípulos? Habían avanzado poco pues el viento era contrario y “la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas” v.24. Era fácil para nosotros flotando ahí en el mar ver con la luz del día a Tiberias en un lado y al otro lado a Capernaum, pero ¿Cómo habría sido la situación para los discípulos? La condición de ellos en la oscuridad ý con el oleaje fuerte fue muy diferente a la nuestra. En estas circunstancias “Jesús vino a ellos andando sobre el mar” v.25.

 

Los discípulos pensaban que veían un fantasma al percatarse de la presencia de alguien caminando sobre el mar, pero las palabras halagüeñas del Señor les trajo paz: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” v.27. El efecto de esta revelación envalentó a Pedro para pedir a Jesús que le invitara a ir adonde Él. Hecha la invitación, Pedro pudo andar sobre la superficie del agua. Mirándola yo en ese momento a plena luz del día, pensé como habría sido para Pedro en la oscuridad de la noche y con el viento encrespando el agua. Muchos se fijan en la falta de fe que produjo el hundimiento de Pedro, pero yo pensé en el Señor que quiso demostrar su poder a los suyos. Pensé en Pedro y su gran amor para con el Señor queriendo estar al lado de Él. Si al final le faltó fe, por lo menos al principio la tuvo y logró andar sobre el agua. Dejé de reflexionar para escuchar la lectura bíblica de nuestro grupo. El motor de nuevo fue puesto en marcha para poder llegar al otro lado del mar. El contraste entre la situación nuestra y la de los discípulos y Pedro dejó en mí un recuerdo imborrable; no importa en qué circunstancias nos hallemos, Jesús vendrá a nosotros y dirá “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Mateo 14:27. –daj

 

Lectura Diaria:
Éxodo 2:23-3:22 [leer]
/Salmos 32:1-33:22 [leer]
/Mateo 28:1-20 [leer]