Nuestro Dios está pendiente de la vida que llevamos. Se presenta en la Biblia como el Labrador que espera de sus plantaciones, fruto. Como hay frutas variadas en el mundo agrícola, hay frutos diversos en la vida espiritual. ¿Hay de los tales en la vida suya?

 

No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.” Filipenses 4:17.

 

Los cristianos en la ciudad de Filipos tuvieron interés en Pablo el apóstol en forma especial. El había entrado en su ciudad con el evangelio y varios se habían convertido. Debido a ciertos opositores, Pablo tuvo que abandonar la ciudad y fue a Tesalónica donde continuó sus labores evangelísticas. Unos años más tarde, Pablo llegó a Roma como prisionero y mientras estaba encarcelado, los filipenses le mandaron un  donativo por medio de Epafrodito para sus expensas. La carta a los filipenses fue su “acuso recibo” que les mandó con gran sentimiento. Se habían acordado de él y así demostraron su gratitud por su denuedo en llevarles el evangelio. Al finalizar su carta, indicó que estaba contento por el donativo, pero no porque hubiera deseado dinero, sino porque su ejercicio para con él redundaría como fruto en su cuenta mantenida por Dios en el cielo. Contribuir en forma monetaria al avance del evangelio es visto como fruto en la vida de los hijos de Dios.

 

Hay otros tipos de fruto que Dios aprueba en la vida de los suyos. Cuando la persona que predica la Palabra ve como resultado que haya personas que se convierten, ha visto fruto producido para la gloria de Dios. También el hermano con corazón de pastor que aconseja a la grey y logra que algunos hermanos cambien su estilo de vida, él también ha visto fruto. Así lo entendió Pablo cuando escribió a los Romanos “…no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros… para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles” Romanos 1:13. El mismo Señor Jesús aludió a lo mismo cuando dijo a sus discípulos  “…os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…” Juan 15:16. Las frutas como naranjas, duraznos y uvas tienen su ciclo de vida pero si no se comen, se echan a perder. El fruto espiritual que es producido por medio del Señor Jesús nunca se pierde, sino permanece para la gloria eterna de Dios.

 

Los efesios fueron informados por Pablo que “el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” Efesios 5:9. A los Gálatas Pablo enumeró el fruto del Espíritu que es “…amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” Gálatas 5:22-23. Todas estas virtudes constituyen un solo fruto. No hay una cierta cifra a la cual se deba llegar y luego pensar que ya se cumplió con la producción del fruto pues “contra tales cosas no hay ley” o sea, no hay límite. El secreto para ser fructífero se halla en Juan 15:1-16. Jesús se presenta como la vid verdadera y la palabra “fruto” aparece ocho veces. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5. “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” v.8. ¿Hay fruto en la vida suya para la gloria de Dios? –daj

 

Lectura Diaria:
Números 26:52-27:23[leer]
/Proverbios 23:12-35 [leer]
/Lucas 1:57-80 [leer]