Cada cristiano genuino tiene el deseo vivir como Cristo su Señor. La clave para lograr esto es estar en comunión con él para poder “llevar fruto”. ¿Hay fruto en la vida suya? Buena pregunta. Lea de cómo se logra
“Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras: y fue sepultado y resucitó al tercer día conforme a las escrituras.” 1 Corintios 15:3, 4.

El texto de cabecera presenta el evangelio en pocas palabras. Son tres declaraciones de hechos consumados; Cristo murió, Cristo fue sepultado, y Cristo resucitó. La expresión “La muerte de Cristo” abarca estos tres hechos. Es una cadena de tres eslabones; es una cadena irrompible. Después de muerto, Cristo fue sepultado, y después de sepultado, ¡resucitó! La resurrección de Cristo fue el hecho más discutido en los primeros años de la cristiandad. La predicación de la resurrección de Cristo provocó mucha polémica en los días de los apóstoles. Cuando predicaban, relatando los detalles de la muerte y sepultura de Jesús el auditorio escuchaba con interés, sin inmutarse. Cuando era mencionada la resurrección, hubo cambios de actitud y a veces la congregación se tornaba violenta y abusiva con los apóstoles.

La predicación de la resurrección era una verdad que molestaba a los líderes religiosos pues querían desbaratar la profecía del Señor Jesús que Él volvería a vivir dentro de tres días. Los mismos líderes que habían exigido la muerte de Cristo sobornaron a los soldados que estaban apostados a la entrada del sepulcro. Les dieron dinero cuando los mismos soldados llevaron la noticia del milagro ocurrido. Los soldados no vieron a Jesús personalmente, sino relataron cómo un ángel del cielo había removido la piedra que sellaba la entrada de la cueva. Allí José de Arimatea y Nicodemo habían dejado el cuerpo de Jesús. Los soldados habían caído inconscientes por un tiempo. Cuando recobraron la conciencia, hallaron el sepulcro vacío, con solamente los lienzos que envolvían el cuerpo, puestos allí y el cadáver desaparecido. La resurrección fue un hecho innegable y los líderes querían que los soldados dijeran al pueblo que los discípulos habían llevado el cuerpo. Era mentira, pero así ocurre cuando los enemigos de Dios no quieren aceptar la verdad. Echan mano a la mentira.

Para ser nuestro Salvador, Cristo tuvo que resucitar. Un Redentor muerto no puede salvar. Necesitamos de un Salvador vivo, resucitado. Dios espera que los que creemos en el Cristo resucitado ahora llevemos fruto para Él. Cuando el Señor Jesucristo quiso enseñarnos que Dios busca actos bondadosos en la vida de los seres humanos, reveló que Él mismo era “La Vid Verdadera,” y nosotros “los pámpanos,” es decir, las guías. Usando la ilustración de una viña cuidada por un labrador que la atendía con mucho esmero, los racimos llenos llegan a ser figuras del fruto producido para el consumo y el uso del labrador. Si Cristo es la Vid Verdadera, es lógico pensar que hay que ser conectado a Él para llevar fruto. Sin Él nada podemos hacer que sea satisfactorio ante Dios. Estar en Cristo para poder llevar fruto para Dios significa estar en contacto con el Cristo resucitado. ¿Cuánto fruto hay en la vida suya para Dios? La vida del Cristo resucitado en el creyente le capacita para llevar fruto. –DAJ

Lectura Diaria:
Levitico 14:1-32 [leer]
/Salmos 119:1-40 [leer]
/Marcos 4:21-41 [leer]