Los padres se sienten contentos cuando ven ciertos avances en el buen comportamiento de sus hijos. Nuestro Padre celestial también se agrada cuando halla el fruto del Espíritu en nuestra vida. Jesús usó la misma naturaleza para enseñar cómo se produce el fruto que Dios quiere ver en nosotros. Es llamado “el fruto del Espíritu”.

 

El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Gálatas 5:22-23.

 

Donde yo resido en Chile, desde enero y hasta abril, hay cosecha de uvas. Son los meses de verano para nosotros. En Julio hay un hermano que poda las parras y en el mes de Octubre se ven los primeros brotes. El parrón que sostiene las parras llega a estar cubierto de las vides que producen la fruta. Siempre hay uvas suficientes para nosotros y queda fruta para mucho tiempo más, aunque las aves y las hormigas también visitan para servirse su “postre”. Durante los meses de invierno, las guías recién podadas parecen secas y muertas. Nada de hojas, nada de fruta, solamente la planta esperando que la vid comience a suplir la savia para empezar el ciclo de crecimiento. Jesucristo dejó una clara enseñanza cuando dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador” Juan 15:1. Jesús enseñó que el deseo de Dios es usarnos como pámpanos a fin de llevar fruto. El texto de cabecera de Gálatas 5:22-23 indican la clase de fruta el Padre está buscando.

 

Las “buenas obras” que Pablo menciona en Efesios 2:10 tienen su origen en la obra del Espíritu Santo en el alma del creyente. Es su deseo producir en nosotros fruto que agrade a Dios. Como la vid suple lo necesario para que el racimo de uvas vaya creciendo, es la vida de Cristo a través del Espíritu Santo que fortalece al creyente para poder mostrar amor, paciencia, benignidad, y otras virtudes. Dios no pide que hagamos un esfuerzo humano para perfeccionarnos, sino que nos sometamos a los impulsos del Espíritu Santo. Cuando el carácter del hijo o hija de Dios es formado por el Espíritu Santo, hay evidencia que Él está obrando. Cuando el discípulo de Cristo se asemeja a su Señor, allí está el fruto del Espíritu.

 

Jesús declaró “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” Juan 15:8. Reconozco que antes que yo pueda cortar las uvas, ha habido mucho trabajo. Hemos tenido especial cuidado de regar las plantas. Hay necesidad de ralear, deshojar, y echar fertilizantes para que en su momento el fruto esté listo para ser cortado. La vid no produce la fruta para ser consumida por sí misma, sino para que otros la aprovechen. Dios Padre busca fruto en la vida del creyente. A veces, es para entregar una palabra de consuelo, o para extender una mano bondadosa. Quizás quiere que uno ponga un oído compasivo a alguien con angustia. Si el Señor viniera hoy a buscar fruto en la vida suya, a fin de satisfacer una necesidad en otra persona, ¿lo hallaría? ¿Cuál es el fruto más evidente en su vida? –daj

 

Lectura Diaria:
Jueces 19 [leer]
/Isaías 37:8-38 [leer]
/1 Corintios 15:1-34 [leer]