Cada matrimonio debe reflejar la relación de Cristo y su Iglesia. Entender este principio es la clave para disfrutar de las múltiples bendiciones posibles cuando marido y mujer lo practican.

“Dijo además Jehová Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea’” Génesis 2:18

Después de crear al hombre y colocarle en el huerto de Edén, Jehová Dios no quiso dejar a Adán sólo, y por eso, le proveyó de una compañera. Antes de poner por obra lo que tenía en mente, entregó a Adán el trabajo de nombrar a “todos los animales del campo y todas las aves del cielo.” Terminada la tarea, “Adán no halló ayuda que le fuera idónea” entre los animales. Acto seguido, durante un sueño profundo que Dios hizo caer sobre Adán, Dios “tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar”. Luego, “de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre.” Al verla por primera vez, Adán reconoció que “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” Génesis 2:23. “Una ayuda idónea”, había declarado Dios. La compañera que Dios le trajo llenó una necesidad en la existencia de Adán para llevar a cabo los propósitos de Dios referente al mundo y a la raza humana. Ser idóneo significa ser adecuado o apropiado para llevar a cabo un propósito en común. Adán y Eva en su inocencia formaron la “pareja perfecta”. Adán había recibido sus órdenes de parte de Dios en cuanto a sus actividades aquí en la tierra. Debía cultivar la tierra y cuidar de las plantas. También debían multiplicarse para llenar la tierra, ejerciendo dominio sobre los animales ya puestos sobre la faz de la tierra. Fue un trabajo grande que Dios le encargó y con Eva, ya tenía su compañera para compartir el trabajo y actuar juntos.

Los detalles referentes a la creación del primer matrimonio y la razón de su coexistencia nos llevan a pensar en la creación de otra relación matrimonial, la de Cristo y su Iglesia. Pablo escribió a los creyentes en Éfeso indicando que una evidencia que uno está lleno del Espíritu Santo es que los dos se someten “unos a otros en el temor de Dios” Efesios 5:21. Inmediatamente se dirigió a las casadas y la necesidad de estar “sujetas a sus propios maridos, como al Señor” v.22. Estableció “que el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” v.24. Pronto indicó que los maridos debían mostrar amor para con sus esposas; “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” v.25. Luego dio una serie de propósitos que Cristo tenía en mente para con su esposa, la Iglesia, y cada creyente que forma parte de ella ha de tomar en cuenta lo que el Señor desea.

¿Cómo saberlo? Hay suficiente enseñanza en la Escritura acerca de esto, pero baste por hoy el invitarnos a pensar en cómo amó Cristo a la Iglesia para tener una aproximación acerca de la magnitud del amor, la entrega, el poner por delante al otro, el sacrificarse por el otro, todo lo cual hizo el señor por Su Iglesia.

 

DAJ/

 

Lectura Diaria:
2 Cronicas 21-22 [leer]
/Ezequiel 40 [leer]
/Juan 17 [leer]