¿Manifiesta usted impaciencia cuando está sentado en una reunión de su iglesia? ¿Se inquieta frente a la lectura de la Palabra, frente a pasajes citados y quisiera –mejor– estar frente a su computador o celular revisando lo que escriben sus amigos o las últimas noticias del momento? Pueden ser síntomas de impaciencia con la Palabra de Dios.

“Dulce será mi meditación en él. Yo me regocijaré en Jehová” Salmo 104:34

 

Mark Galli comparte sus aprensiones acerca de la tragedia de una iglesia progresivamente impaciente y resistente a la lectura y predicación de la Biblia. “Bostezando frente a la Palabra” es el título de su escrito, donde constata ciertas verdades incómodas.

Cuenta que, en un iglesia que visitaba hace un tiempo, se le pidió que disminuyera sus referencias bíblicas para ahorrar tiempo y concentrarse más en responder preguntas. De esta manera lograría mantener el interés de su auditorio. Lo cierto es que cada vez más en las iglesias del mundo cristiano así llamado, hay menos Biblia y más reflexiones o testimonios, noticias refiriéndose a las necesidades sociales de los desposeídos, etc., y –por supuesto– música, a la que erróneamente se le considera (y denomina) “adoración”. En resumen, sermones tienen como centro las preocupaciones reales o supuestas de los oyentes, en desmedro de la Biblia, que –paradojalmente– tiene las respuestas para todas las dudas trascendentales de estas mismas personas.

Individualmente, cada ser humano en la iglesia, o llámele salón, local, templo o capilla, es una amalgama de deseos, necesidades, intuiciones, intereses y distracciones. Una congregación, como grupo, combina expectativas, temores y necesidades urgentes. Todo lo anterior, sin Biblia ni la presencia del Espíritu Santo, se convierte más en un grupo de terapia o autoayuda. La reunión de la iglesia verdadera y sencilla, por el contrario, en la cual perseveraban los primeros discípulos (Hechos 2:42) anhela la lectura, exposición fiel y aplicación de la Palabra de Dios. El centro es la Palabra y el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, de quien dan testimonio esas escrituras (Juan 5:39). El centro no somos nosotros ni nuestra música, es Él.

De Nehemías 8:1-8 leemos acerca de la lectura pública de la Ley de Dios, y su marco ceremonial que exaltaba su contenido. Además, esta palabra era enseñada y explicada. Eso toma tiempo, tiempo que no estamos dispuestos a entregarle a las cosas de Dios en esta época de prisas y velocidad en la que vivimos. No hay tiempo para la meditación ni para permanecer en Su presencia.

Hace ya algunos años, John MacArthur advertía que, refiriéndose a porqué él no entraba en discusiones teológicas o de verdades bíblicas en Twitter, “las verdades de Dios y la Biblia no pueden ser tratadas en 140 caracteres. No se puede trivializar la verdad”. Esto porque la red de microblogging tiene ese límite de palabras para presentar lo que usted quiera. Escuchar la voz de Dios requiere bastante mas que eso. Requiere invertir tiempo y concentración. No estamos hablando de un pensamiento devocional o un texto bíblico para el día donde tal vez Twitter, Facebook u otros similares pueden ayudar. Estamos hablando de escudriñar y ser enseñados por medio de las Escrituras, en comunión real (no virtual) con creyentes de carne y hueso, con hermanos de verdad.

¿Cuantas de nuestras iglesias de hoy pudieran ser descritas como manifestando impaciencia con la Palabra de Dios? Poco tiempo disponible para escuchar y disfrutar de la “dulce meditación”, o de las palabras que son “como clavos hincados”. Es más perentorio mirar el smartphone y revisar los últimos email del trabajo, o lo últimos posts de amigos, o cómo le está yendo al equipo de fútbol favorito… en medio de la reunión. Siempre habrá excepciones, pero son sólo eso, excepciones. Al final, una impaciencia con la palabra de Dios puede ser explicada solamente por una impaciencia con Dios. La fórmula bíblica es clara: ignorar o ser negligentes a la Palabra de Dios sólo puede llevar al desastre, desobediencia y muerte. Dios rescata su iglesia del error, preserva su iglesia en la verdad e impulsa su iglesia a testificar sólo por su Palabra, no por el auto-estudio o la autoayuda congregacional. Todos nosotros, individual y congregacionalmente, ignoramos la palabra sólo para nuestra ruina.

“Como clavos hincados son las [palabras] de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor” Eclesiastés 12:11

“El que tiene oídos para oír, oiga” Lucas 8:8

–rc

Lectura Diaria:
Jueces 17-18 [leer]
/Isaías 36-37:7 [leer]
/1 Corintios 14 [leer]