Años antes que Israel pidiera rey, Dios ya dictó leyes a través de Moisés requiriendo que el rey tuviera conocimiento de las cosas de Dios. Lea de ellas y considere si los reyes que hubo después cumplieran con la voluntad divina.

“Cuando (el rey) se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra.” Deuteronomio 17:18-19.

El libro de Deuteronomio es un documento único. Moisés el autor habla del pasado de los israelitas, menciona su presente, y anticipa muchas situaciones que podrían ocurrir en el futuro. A través del libro, Moisés anticipa las condiciones idolátricas que iban a encontrar y dejó instrucciones clarísimas requiriendo que los ídolos fuesen destruidos. También dejó instrucciones sobre la administración de justicia y anticipó que llegaría el día cuando el pueblo diría “Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores” Deuteronomio 17:14. La preferencia divina era que Israel fuera un reino sacerdotal, es decir, una nación gobernada por sacerdotes que inquirieran al trono de Dios para guiar la nación. Tener un reino monárquico era una preferencia menor. Equivalía a reemplazar de Dios como Jehová dijera a Samuel cuando los israelitas pidieron un rey, “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” 1 Samuel 8:7. Era incorrecto disminuir la majestad de Dios reflejada en el sacerdocio, prefiriendo a  un ser humano para conducir los asuntos de la nación. Moisés habló de la posibilidad de tal acontecimiento e indicó que si así resultara, el rey debía atenerse a ciertos requisitos.

Dios no quería que el pueblo dejara de obedecerle y dictó leyes especiales para ellos. Dios sabía que la introducción a la tierra traería peligros desconocidos por ellos. Dios quiso que su pueblo se mantuviera separado de las otras naciones. Él quiso retener la preeminencia. Se reservó el derecho de nombrar al rey; “ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere” v.15.  También tenía que ser del mismo pueblo de Israel y no un extranjero. Hubo reglas acerca de evitar la adquisición de animales, no tomar para sí muchas mujeres, ni amontonar plata ni oro, vv.16-17.

Lo anterior no sería garantía de evitar problemas si el rey no tomara en cuenta la parte espiritual que Dios quería de él. Una de sus primeras funciones era la de escribir “para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas” v.18. Escribir palabras en un cuaderno es un excelente método para fijar en la memoria el contenido del tratado. De ahí, el rey debe tenerlo consigo, leyendo “en él todos los días de su vida”. Tal dedicación le haría aprender a “temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra” v.19. En otras palabras, la Palabra de Dios debía ser su compañera todos los días de su vida. ¿Es la Palabra de Dios primordial en la vida suya? –daj

Lectura Diaria:
1 Samuel 25 [leer]
/Isaías 63:15-64:12 [leer]
/Romanos 7:7-25 [leer]