Toda acción humana es motivada o por el amor o por el egoísmo. Estar dispuesto a ayudar al necesitado es una forma de mostrar amor. Lea de lo que hizo un cristiano y de lo que no hizo otro.
“Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Santiago 4:17.

Hacía frío aquella noche en Terra Nova, provincia al este de Canadá. El viento invernal pasaba sobre el asfalto y lo dejaba como una cancha de hielo. Pocos vehículos transitaban por la carretera cerca de la medianoche. Los que se atrevían a salir procedían con mucho cuidado. Un hermano nuestro iba hacia la ciudad de St. John’s, capital de la provincia de Terra Nova. Al negociar una curva en el camino, vio una camioneta abandonada en la zanja al lado del camino. El hermano paró su auto y fue a investigar. La puerta del chofer estaba abierta, los faroles todavía encendidos, pero no vio a nadie cerca. El radiador estaba todavía caliente y no hubo respuesta a sus llamadas en voz alta. No encontró a nadie y no vio nada de sangre en la cabina. Por eso concluyó que el chofer seguramente había ido en busca de ayuda.

El hermano volvió a su coche y continuó su viaje. Estuvo en alerta para ver acaso alguien estuviera caminando por la berma. No encontró a nadie y fue a la oficina de la RCMP (Policía Montada Real), los encargados del área. Les entregó los detalles de lo que había visto y no habiendo otra cosa que hacer, siguió su viaje. Más tarde durante el día, conversó con un amigo y supo que había pasado por el mismo sector antes. “¿Te percataste de algún transeúnte en el camino?” preguntó, describiendo la condición de la camioneta. Con calma y sin alterarse dijo; “bueno, vi a un hombre caminando por la berma en dirección del pueblo por ahí”. Agitado y con preocupación, nuestro hermano preguntó, “¿y lo recogiste?” La frialdad de su respuesta le dejó atónito, “pues no, no quería involucrarme en problemas”. El hermano meneó la cabeza como para decir, ¡esta actitud no tiene nombre!

Hoy día, el deseo de no involucrarse dicta la actitud que muchos asumen. No quieren ayudar pues requiere sacrificio, un sacrificio de tiempo, de energía, de amor, y quizás de divisas. Algunos piensan que involucrarse en una necesidad ajena podría causar cambios en los planes personales. ¿Cuál debe ser la actitud cristiana en tales circunstancias? Lo que hizo nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos indica el camino que seguir. Viendo nuestra necesidad como pecadores, “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Lucas 19:10. Jesús contó la parábola de un pastor que a pesar de tener 99 ovejas seguras y protegidas en el corral, fue en busca de la una que se alejó. “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” Lucas 15:4. No dejó la búsqueda HASTA encontrarla. Ha sido siempre la actitud de Dios “involucrarse” en una necesidad ajena. Jehová reveló a Moisés, “HE VISTO la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y HE OÍDO su clamor a causa de sus exactores; pues HE CONOCIDO sus angustias, y HE DESCENDIDO para librarlos de mano de los egipcios” Éxodo 3:7-8. Gracias a Dios que no nos dejó en nuestra necesidad irremediable de pecadores. Vino en busca nuestra para rescatarnos en darnos vida eternidad. Le costó a Jesús su vida cuando “se involucró” en la raza humana, muriendo en la cruz. Resucitado, “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” Hebreos 7:25. –daj

Lectura Diaria:
2 Cronicas 8-9 [leer]
/Ezequiel 33 [leer]
/Juan 12:20-50 [leer]