“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” Romanos 12:17

 

Iván andaba por la calle con su papá. Los dos habían sido invitados por el señor González a ver su colección de estampillas postales. “Papá,” preguntó Iván, “¿el señor González tiene más estampillas que tú?” “Sí, es filatélico por muchos años,” replicó el señor Toro. “Yo empecé a juntar estampillas hace dos años no más.” Los dos continuaron conversando del alto valor de ciertas estampillas. Todo el mundo sabía con cuánto cuidado este caballero clasificaba sus estampillas, poniéndolas en libros especiales y así estaban bien protegidas. El señor González recibió a sus dos visitas en la puerta y los llevó directamente a su estudio. Iván no había estado en una pieza como esta antes. Se fijó en una sección bien iluminada, y varias lupas para examinar los sellos. Con mucho orgullo, el señor González sacaba libros de estampillas, dando algunos datos históricos. Iván estaba admirado al ver tantas lindas estampillas de diferentes países.

El señor González sacó un sobre con sumo cuidado, diciendo: “Ahora voy a mostrarles algunas que acabo de recibir. Me costaron mucho dinero.” Iván sintió un fuerte deseo de comenzar a juntar estampillas como su papá y el señor González. Los dos hombres conversaban sobre los sellos y no se fijaron en Iván, quien se había agachado para recoger algo del suelo. Era una estampilla muy colorida que había caído. Pensó que a lo mejor el señor González no se había dado cuenta y le resultó tan fácil esconderla en la mano. Disimuladamente la metió en el bolsillo de sus pantalones. ¡Esta estampilla sería la primera de su colección! Llegado el momento para despedirse, Iván no pudo mirar de frente al señor González, pues algo en su interior le acusaba de haber llevado algo que no era suyo.

 

Después de caminar una cuadra, Iván dijo a su papá, “Papito, ¿cuando alguien halla una cosa botada, puede guardarla?” “Sólo en caso que no se pueda ubicar al dueño,” contestó el señor Toro. “Si sabemos quién es el dueño, entonces es correcto devolvérselo. ¿Porqué me preguntas?”… “Bueno, es que encontré una estampilla en la casa del señor González. Estaba botada en el suelo y ahora la ando trayendo.” Iván la sacó y la mostró a su papá. El señor Toro estaba nervioso y sus manos temblaban, pues lo que su hijo había hecho fue robar una estampilla valiosa. Viendo la agitación de su papá, Iván dijo, “¿Qué hago, papá?” “Vamos a volver al señor González para entregársela.” El señor González se sorprendió al ver a Iván y su padre. Escuchó la confesión de Iván quien estaba a punto de llorar. “Bien Iván,” dijo el caballero “hiciste bien en volver y decirme todo. Es siempre mejor así. Ven mañana y te tendré unas estampillas que tengo repetidas. Entonces empezarás tu colección con una buena conciencia”. No debemos pensar que todos los ladrones están en la cárcel. Muchos hacen como Iván en tomar cosas que no les pertenecen, y esto es robar. Algunos toman dinero, otros roban fruta, otros roban impuestos y otros roban progamas de computación. Y aunque parezcan cosas chicas, Dios lo considera pecado. Jesucristo dijo: “Del corazón salen … los hurtos. Estas cosas son las que contaminan al hombre” Mateo 15:19,20 —PdA/daj

 

Lectura Diaria:
1 Reyes 8:31-66 [leer]
/Jeremías 16 [leer]
/Filipenses 1:21-2:11 [leer]