Fue el Espíritu Santo que impulsó al Señor Jesús al desierto para ser tentado por Satanás. Veamos las razones para esta experiencia de nuestro Señor.

“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” Hebreos 4:15

 

“Estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras, y los ángeles le servían” (Marcos 1:13). La tentación duró 40 días. Hubo varias tentaciones sufridas, pero el Señor las venció todas. Demostró que en Él no hubo nada que respondiera a los designios malignos del enemigo. Salió vencedor. Los evangelios de Mateo y Lucas relatan las tres tentaciones principales que vinieron al final de los cuarenta días. Fracasó Satanás. Venció el Señor Jesús. La tentación no fue permitida PARA VER si Jesucristo caía en alguna falta, sino PARA DEMOSTRAR QUE NO fue posible que Él pecara. Fue completamente consagrado en todo momento. En ningún momento estuvo en peligro la salvación nuestra que Él había venido para efectuar a favor de nosotros.

Marcos no menciona las tres tentaciones aludidas por Mateo y Lucas. Solamente menciona que había fieras presentes. En otras palabras, para cualquier ser humano, había peligro. Para el Hijo de Dios, su Creador, no hubo nada de peligro. Dicen que en aquella región de Judea hay lobos, hienas, chacales, y hasta leopardos. En el desierto el Señor enfrentó el peligro pero en todo momento tuvo la compañía del Espíritu Santo y de los ángeles que le servían. Al pensar en las fieras salvajes, recordemos que en un principio, el mundo animal se llevaba bien con el ser humano. Adán estuvo sin problema y sin temor cuando en inocencia tuvo la tarea de nombrar a los animales. Con la caída del hombre en pecado, los animales fueron afectados y entró la hostilidad en el mundo animal. Comenzaron a devorarse uno a otros. Por supuesto Dios hizo un milagro cuando Noé tuvo que meterlos en el arca. Allí no encontramos al león comiendo la oveja, ni los gatos atacando a los roedores, ni el águila aprovechándose de las gallinas. Cuando Cristo estuvo en el desierto, como Creador de los animales, supo controlar todo.

Cabe la pregunta, ¿por qué fue permitida la tentación de Jesús si se sabía de antemano que no iba a sucumbir? ¿Hay alguna razón especial? En primer lugar, fue para demostrar que en Cristo, el diablo no iba a encontrar nada que respondiera a sus ofertas. Jesucristo era Dios pero en carne humana, y por lo tanto no se halló ningún pecado en Él. Al final de su ministerio y antes de ir a la cruz, Jesús dijo: “viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30). Usando a los hombres malvados para exigir su crucifixión, el diablo trató de presentarle como culpable, pero era inocente. Pilato mismo dijo: “Ningún delito hallo en este hombre” (Lucas 23:4). La segunda razón por que fue permitida la tentación tiene que ver con nosotros. En Hebreos 2:17-18, leemos del servicio que nos brinda el Señor Jesucristo como nuestro Sumo Sacerdote, él que intercede en la presencia de Dios por los suyos. Dice: “Era preciso que en todo fuese hecho semejante a sus hermanos, a fin de ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio delante de Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” Cristo es poderoso para socorrer a los que son tentados. Habiendo pasado por la experiencia, habiendo sufrido en carne propia los embates del enemigo, está capacitado de socorrernos a nosotros. Para que la experiencia de la tentación no le fuera extraña al tener que socorrernos a nosotros en nuestras tentaciones, él supo lo que es ser tentado y por lo mismo sabe lo que sentimos cuando lo somos. Debemos buscar en Él el apoyo y la ayuda necesaria para cuando enfrentemos una tentación. Si accedemos a lo propuesto, traeremos deshonra sobre el nombre de Dios. Dios, por el contrario, es glorificado en la vida de la persona que vence la tentación. –daj/rc

Lectura Diaria:
Números 15 [leer]
/Proverbios 12 [leer]
/1 Pedro 4 [leer]