“Me mostrarás la senda de la vida” Salmo 16:11

Existe en algunos creyentes una concepción errada con relación al pasaje que dice: “Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” (Hebreos 5:7). En este pasaje, así como en muchos otros del  antiguo testamento, se nos expresa claramente la petición, el deseo del corazón de Hijo de Dios de ser librado de la muerte. Algunos, superficialmente, piensan que dado que el Señor Jesús sí murió entonces él no fue librado de la muerte y entonces esta petición hecha “con ruegos y súplicas” fue contestada negativamente, fue rechazada.

La muerte del Jesús era necesaria para nuestra salvación (Juan 3:14). Su muerte estaba señalada, estaba en el plan eterno y perfecto de Dios (Apocalipsis 13:8), no fue un accidente. Jesús mismo la anunció a los suyos (Mateo 17:23, 20:19, Marcos 10:34, Lucas 18:33, Juan 12:34) y desde siempre fue parte de la voluntad de Dios que él conocía. Entonces, ¿cómo se entiende que él fuera librado de la muerte? Es que el pasaje se refiere a ser librado de la muerte, no a ser librado de morir. Miremos algunos pasajes:

“Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Salmo 16:10). Esta es la petición del Señor, proféticamente anunciada, igual que la del texto del día.

“Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Salmo 40:2). Este es el cumplimiento profético de su petición. En tiempo pasado pues su ejecución es segura.

Es interesante que el Salmo habla de esperar pacientemente, de que aquel que fue sacado del pozo de la muerte tuvo que esperar: “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1).

El Salmo 21 lo expresa nuevamente: “Le has concedido el deseo de su corazón, Y no le negaste la petición de sus labios… vida te demandó, y se la diste; Largura de días eternamente y para siempre” (Salmo 21:2, 4). Vemos entonces que el Señor sí fue librado de la muerte, conforme a su petición. Él “fue oído” y su oración contestada pues resucitó. El Señor había dicho a su Padre: “siempre me oyes” (Juan 11:42) y esta no fue la excepción. “Pacientemente” nos habla de espera. ¿Cuánto tiempo? Fueron tres días. Ya estaba señalado “al tercer día resucitará” (Mateo 17:23).

El ser librado de la muerte implicaba no ser retenido por ella, lo cual –nos dice la palabra– era imposible (Hechos 2:24). Con gratitud volvamos a considerar la muerte de Jesús hecha a nuestro favor para darnos salvación y vida eterna, y su resurrección, que demostró la satisfacción de Dios con su obra vicaria. “El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). rc

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 25 [leer]
/Isaías 63:15-64:12 [leer]
/Romanos 7:7-25 [leer]