“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” Hebreos 7:25
Este gran gran sumo sacerdote del creyente, no sólo permanece, salva y vive para siempre. Él asegura el bien para los suyos en este mundo y en el que está por venir. Esto es grandioso. Si los creyentes en Cristo pueden tener vidas fructíferas y permanecer en la gracia de Dios es primero por la salvación en base a la sangre derramada de Cristo, y por su labor intercesora continua y perpetua.
Él intercede por los que son suyos, y sólo por ellos en muchas y distintas maneras y vías: La conversión de los salvos antes que ellos lo sean, el consuelo para los afligidos, la gracia y el perdón para los creyentes que caen, la fuerza para resistir el pecado, la ayuda en la perseverancia en la fe y la santidad, el socorro y fuerza frente a la tentación. Él se muestra al creyente, les declara su voluntad, reafirma la fe de los salvados, recomienda sus oraciones en el seno de la Trinidad, aplica su sangre y su muerte ante al pecado de los suyos, les defiende de las acusaciones de Satanás. Su intercesión es siempre efectiva, siempre conducente a su divino propósito, siempre a favor de su pueblo. Ejemplos de este aspecto del oficio sacerdotal de Jesús se nos muestran en los evangelios. Tenemos el caso de Pedro el discípulo en aquella noche en la que el Señor fue entregado. Frente a la realidad próxima de su arresto y muerte, Jesús también conoce que los suyos le abandonarán. En ése punto Él dice a Pedro: “Yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:32). Pedro no lo supo en su momento. ¡Qué grande es la intercesión del Señor! “Yo he rogado por ti”. Cada creyente puede pensar en sí mismo y agradecer este hecho vital para su vida cristiana. ¡Cuánta intercesión continua, desconocida, ignorada y pocas veces agradecida! El gran sumo sacerdote ruega por cada creyente, por cada circunstancia. Otro ejemplo de su intercesión la tenemos en el escenario mismo de la cruz frente a los malhechores. Uno de ellos reconoce la inocencia de Jesús y la culpabilidad de ambos. Luego ruega a Jesús que tenga memoria de él en su reino. “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Jesús en medio de los dolores y sufrimientos propios toma tiempo para consolar y asegurar a este recién convertido. Él le acompaña ahora, le llevará al paraíso y estará con él allá. Oh, la intercesión de Cristo. Junto a las palabras de Jesús “Yo estoy con vosotros todos los días”, pudiéramos también poner las palabras “Yo estoy POR vosotros todos los días”.
¿Se ha acercado el lector a Dios por medio de Él? ¿Le tiene como su salvador personal y sumo pontífice? Invitamos al lector a confiar en Cristo, a creer en Él, a reconocerle como su Salvador. Único, competente, que permanece para siempre. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16). –rc
Lectura Diaria: | ||
1 Cronicas 13-14 [leer]
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/Ezequiel 14-15 [leer]
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/Juan 5:1-23 [leer]
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