Admitir que se es pecador siempre ha sido difícil. En el principio, Adán y Eva culparon a otros en vez de reconocer su propia desobediencia. Lea lo que sucedió con José y sus hermanos.
“Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: YO TEMO A DIOS.” Génesis 42:18.

José continuó dialogando con sus hermanos culpándoles de ser espías y luego les amenazó con mantenerlos detenidos en la cárcel. Solamente con la llegada de su hermano menor, podrían pensar en ganar su libertad. ¿Acaso a los hermanos se dieron cuenta de que el gobernador se fijara solamente en Benjamín y no preguntó por el hermano que decían que no parece? José quiere que paren mientes en su situación. Habían venido a comprar granos y terminan encarcelados. Durante los tres días, ¿pensarían en su trato a José cuando él fue a ellos con noticias y víveres de su padre y le apresaron para luego venderle como esclavo? Al tercer día José continuó el proceso proponiéndoles una solución pero antes de presentársela, dijo, “YO TEMO A DIOS.”

José usó la misma expresión que usó cuando habló con Faraón indicando que el Dios a quien temía era el eminente y perfecto Ser Supremo distinguiéndole de los dioses que los egipcios adoraban. Es como dijera a sus hermanos: “Yo también soy un adorador del Dios verdadero, y por eso vosotros no tenéis nada que temer.” El trato que José daba a sus hermanos tuvo algo de efecto pues “decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia” v.21. “Ellos no sabían que los entendía José” v.23. El corazón y el verdadero carácter de José se ve en que se apartó de ellos “y lloró” v.24. De las siete veces que lloró José, esta es la primera referencia. (Vea también 43:30; 45:1, 2, 14; 46:29; 50:1, 17). José se ve muy sensible en su trato con sus hermanos.

Nuestro Señor Jesucristo se ve como un ser sensible también. Lloraba cuando veía el desastre causado por el pecado frente a la tumba de Lázaro. Lloró también mirando por sobre la ciudad de Jerusalén y lamentó la incredulidad de sus habitantes. Él quiso proteger y cuidarlos como una gallina lo hace con sus polluelos. A pesar de tanta ternura el pecador sigue indiferente al amor del Señor Jesús. Aún los mismos hermanos de José eran iguales pues volvieron a Jacob con la exigencia de volver con Benjamín, pero no dijeron nada acerca su maldad de años antes. Tuvieron que pasar por más sufrimiento antes de quebrantarse ante José y admitir su maldad. La gran falta en la sociedad hoy es que el pecador no admite su maldad ante un Dios santo. Fue cuando el malhechor en la cruz llegó a este punto y confesó su culpabilidad que recibió el perdón de sus pecados. Confesó: “nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” Lucas 23:40-41. La respuesta no se dejó esperar “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” v.43. ¿Hay una necesidad en la vida suya de admitir su pecado? Hazlo lo más pronto posible. –daj

Lectura Diaria:
1 Reyes 11 [leer]
/Jeremías 19-20 [leer]
/Filipenses 4:2-23 [leer]