“Honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová” Levítico 19:32

Los ancianos y ancianas –hablamos de hermanos entrados en años– deben ser respetados en la iglesia. Su presencia enriquece y su testimonio estimula. Hay ancianos notables en la Biblia. Ahí está el caso de Simeón, “hombre justo y piadoso” (Lucas 2:25), de Ana, que “no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lucas 2:37), Juan apóstol que “estaba en el Espíritu en el día del Señor” (Apocalipsis 1:10).

En el antiguo testamento hay también personajes que cuando llegaron a la vejez aun pudieron ser de bendición. Jacob, muy anciano, confiesa en su lecho de muerte: “Tu salvación esperé, oh Jehová” (Salmo 49:18). Otro ejemplo a considerar es Barzilai, que nos deja un gran ejemplo de sabiduría, legado y ayuda a jóvenes que vienen después de él. Su historia está en 2do Samuel 19.

El anciano Barzilai había sido fiel al rey David en la prueba y este le quiere devolver su favor. Le invita a Jerusalén a su palacio y le ofrece habitación y sustento (2do Samuel 19:31-40), pero Barzilai reconoce que está anciano y poco tiene para disfrutar de la realeza. No obstante –y aquí esta el punto– Barzilai concede a un siervo suyo llamado Quimam, a quien tiene presente y de quien no sabemos más, el honor y la bendición de irse con el rey. Su tiempo ya ha pasado, pero Barzilai se da cuenta de la oportunidad que se abre para uno más joven y cambia la vida de este siervo para siempre, de uno que venía después de él. De la misma manera un creyente anciano estimula a los jóvenes, puede guiar a alguno al rey, a Cristo, puede despertar el aprecio por el estudio de la Palabra en otros, puede ayudar a quien no va a poder devolverle, puede cambiar para siempre la vida de otros más jóvenes que él que le rodean.

Lo interesante es que aproximadamente trescientos años después de este episodio, leemos acerca de “la casa de Quimam” que quedaba en Belén (Jeremías 41:17). Entonces, sin añadir nada a la escritura, podemos inferir que David tomó a quien le fue entregado por Barzilai, le dio parte de su tierra y le hizo morar cerca suyo, en Belén. Siglos después leemos que su familia aún está viviendo en ese lugar, cerca de las tierras del rey David. ¿Qué nos enseña este pequeño relato? La aplicación para nosotros es muy clara: un anciano creyente puede guiar a un joven o señorita a Cristo, lo cual puede cambiar para bien y para siempre su futuro, su destino y el de su familia. También puede presentar a un joven o señorita creyente a otro hermano de mayor experiencia, para generarle vínculos que redunden en su provecho espiritual y en el de otros. Que podamos honrar a nuestros ancianos y que apreciemos su obra entre el pueblo de Dios, con respeto, paciencia y gratitud. rc

Lectura Diaria:
Levitico 23:1-22 [leer]
/Salmos 132:1-134:3 [leer]
/Marcos 8:27-9:13 [leer]