Qué grande la buena voluntad de Dios para con los hombres. Veamos de qué se trata.

“¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Lucas 2:14

Más de dos mil años atrás ocurrió un evento que al principio no daba ningún indicio del impacto que llegaría a tener en el mundo entero. Nació un niño en Belén, aparentemente de una pareja joven común y corriente. Recién habían llegado de Nazaret, ciudad que estaba en el norte, a Belén para cumplir con el decreto del César Augusto que requería que todos los súbditos fueran censados. Cada uno debía volver a su pueblo de origen para inscribirse en los registros romanos, pues estos gobernantes querían anotarlos para asegurarse una buena entrada tributaria. Ya podemos imaginarnos cuán cansada estaría María, la esposa de José, a punto de dar a luz la criatura singular que llevaba en su vientre. El largo y cansador viaje se torna ahora más agotador para una mujer en su condición de gravidez, pues caminan de posada en posada buscando donde hospedarse, pero los cupos están tomados. Tienen que conformarse con quedarse en una especie de cueva.

¡Qué manera de llegar el Rey de Reyes a la tierra! Más tarde Pablo el apóstol sería inspirado a escribir sobre la humildad del Señor Jesucristo, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7). Esta humildad característica del Señor Jesús después le llevaría a ofrecerse como un sacrificio por el pecado, pues, “estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Esta humillación hasta la muerte es la que ha causado el impacto más grande en el mundo.

Seguramente la incomodidad y molestias del lugar en Belén pronto se olvidarían ante la alegría que sienten José y María al ver cumplida la promesa hecha, meses antes, por el ángel. José sabía muy bien que él no era el progenitor de la criatura que María ahora mece en sus brazos. María tendría pensamientos imposibles de verbalizar pues el nombre Jesús significa Jehová-Salvador. Y la criatura había sido llamada un “Santo Ser” por el ángel que habló con María. No es menos significativo que Aquel que intervino en su vientre en el comienzo fue el mismo Santo Espíritu. Nadie sospechaba que la noche en que nació Jesús iba a cambiar el curso de la historia. No solamente ha cambiado la historia del mundo, sino también cambia las vidas individuales. Esto ocurre cuando Jesucristo es recibido por fe por aquellos que creen el evangelio. Con razón los ángeles cantaron: “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14) — daj

 

Lectura Diaria:
Esdras 7 [leer]
/Daniel 8 [leer]
/Apocalipsis 3:7-22 [leer]