Aparte de sus padres, nadie más acompañó a Jesús en su nacimiento, sin embargo Dios compartió la noticia con humildes y devotos pastores.

“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” Lucas 2:10

Hoy en día la llegada de una criatura es noticia estupenda que se transmite por teléfono, grabada en video, celebrada por familiares que expectantes rondan en los pasillos del pabellón de maternidad. Al parecer, María y José no tienen parientes que les acompañen en Belén. Si los hubiera habido, se habrían hospedado con ellos. Una pareja joven, desconocida, cumpliendo con un edicto imperial, pero una pareja que es pieza clave en el plan divino de proveer redención para un mundo dominado por el pecado y por su propio egoísmo. Si bien es cierto que José y María no tienen con quien compartir la alegría del momento, Dios se encargó de mandar ángeles del cielo. Muchos estarían durmiendo en sus casas más acogedoras, y camas confortables, y no tendrían mucho interés en ser despertados para recibir la noticia de un desconocido que acaba de nacer.

El milagro de Belén golpea fuerte, pues hace temblar la lógica humana. A los pastores despiertos en el campo, Dios mandó a sus mensajeros angelicales. Rodeados de luz en la oscuridad de la noche estrellada, a pocos kilómetros del lindísimo templo en Jerusalén, los ángeles “alaban a Dios, diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Es la buena voluntad de Dios para con los hombres y los que hemos aceptado a Cristo como Salvador ya hemos experimentado la bendición de tener a Cristo como Salvador.

Quizás los pastores no hayan tenido muchos estudios religiosos. Se han dedicado a la crianza de animales que proveen carne para el hambriento, lana para el desabrigado, y seguramente ofrenda aceptable delante de Dios para los devotos. Los pastores no estarían entre aquellos que por horas interminables discutirían cada jota y tilde de los escritos antiguos. Esta misma sencillez les tendría sin prejuicios para creer de buenas a primeras el mensaje siendo anunciado en el fenómeno ante sus ojos. Son invitados a participar en la alegría del cielo. El ángel anunciante tiene que calmar sus inquietudes: “No temáis”; les susurra, “porque he aquí os doy nuevas de gran gozo”. Hay buenas noticias y el ángel hizo notar que las noticias no son solamente para los pastores en el campo, sino “para todo el pueblo” (v.10). La noticia sucinta es fácil de captar. “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (v.11). Los detalles tocarían una cuerda en su corazón, uuna cuerda que resuena con esperanza–“Ha nacido un Salvador”. Salvador significa Libertador, y es el único digno de nuestra confianza, pues Jesucristo hizo su obra salvadora unos treinta y tres años después cuando murió en la cruz. A los tres días resucitó y el evangelio anunciado asegura que Cristo es el Salvador que liberta al pecador de la pena del pecado en el pasado, del poder del pecado en el presente, y en un día futuro, seremos llevados al cielo, libres de presencia del pecador. ¿Es ésta la esperanza suya? –daj

 

Lectura Diaria:
Esdras 8 [leer]
/Daniel 9 [leer]
/Apocalipsis 4 [leer]