Hace poco más de 350 años, en Inglaterra, hubo un acto de amor y devoción que logró que un soldado fuera librado de la muerte. Lea de lo que hizo Evangelina.
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8.

Se cuenta que en los días difíciles del gobierno de Cromwell en Inglaterra, por allá en el año 1650, había un joven acusado injustamente de un delito. Fue condenado a morir a la hora del crepúsculo, al sonido del toque de queda. Tal muerte hubiera sido terrible por ser el soldado inocente, y por estar en la primavera de la vida. Además, la muerte sería doblemente trágica porque estaba próximo a contraer nupcias con una bella señorita llamada Evangelina. Al saber ella la fatal noticia, no se dejó vencer sino que sin perder tiempo comenzó a hacer todo lo que estaba a su alcance para interceder por la vida del que amaba. Fue a visitar a personas de influencia, al juez y aun al mismo Cromwell, pero sin ningún éxito. Todo lo que hizo fue en vano. Desconsolada, procuró sobornar al viejo campanero para que la campana no sonara a la hora acostumbrada, pero no obtuvo resultado positivo.

Se hicieron los preparativos para la ejecución. El condenado fue sacado del calabozo y llevado al cadalso. Nada más fue necesario sino esperar que el sol se pusiera y que la campana anunciase la queda. El sol se ocultó y ningún sonido interrumpió el silencio. ¡La campana no sonó… ! Aquella joven, desesperada y con las esperanzas perdidas porque ya había llegado la hora, se había subido al campanario y para que la campana no sonara, se había colgado del badajo haciendo un esfuerzo sobrehumano. El sacristán como lo hacía todos los atardeceres, tiró de la soga. A cada tirón del campanero le parecía a la joven que iba a desprenderse. Las manos le sangraban y parecía que en un instante más ella caería desde el campanario, estrellándose contra el suelo que bien lejano se veía.

Habiendo cumplido su deber el campanero se retiró. Era muy anciano y hacía mucho que no oía bien, y por eso no se dio cuenta que la campana no había sonado. Mientras tanto, a duras penas podía Evangelina descender de la torre y tan aprisa como sus agotadas fuerzas le permitían, se dirigió al lugar de la ejecución. Allí estaba Cromwell y en esos momentos, enviaba a un mensajero a averiguar el motivo por el cual la campana no había sonado. Con ojos enrojecidos y tristes, Evangelina se arrojó a los pies del general, contando lo que había hecho, mostrándole sus manos ensangrentadas. Cromwell, grandemente impresionado por la valentía y el amor de la joven le dijo: “Te concedo lo que pides: El toque de queda no se oirá esta noche.” El joven fue salvado de una muerte segura por el amor extraordinario de su novia. Con enorme gratitud ahora él no consideraría penoso el hacer cualquier servicio o sacrificio por aquella que lo había salvado. De cierto, daría su vida si fuese necesario.

Es una historia preciosa, mostrando lo que hace el amor verdadero. Pero hay otra historia de amor aun más grande y sublime que esta, la que culminó en la Calavera donde Jesús fue crucificado. Su frente una vez coronada de gloria está ahora cubierta de espinas; sus manos una vez extendidas para realizar actos de amor y misericordia están ahora sujetadas a la cruz. Sus pies que lo llevaban de un lugar a otro para ministrar a las necesidades de los enfermos ahora están estirados y sujetados por los clavos. ¡Qué momento más triste en la historia del mundo! El apóstol Pablo nos explica:

“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)

Así se llevó a cabo el gran plan de la redención, nacido del amor de Dios por el hombre. Jesús sufrió y murió por nosotros. Ahora Dios nos ofrece la salvación en forma gratuita y completa. ¿Cómo vamos a responder? La única respuesta adecuada es aceptarle como nuestro Salvador. Cristo murió en nuestro lugar, manifestando así el amor y la bondad de Dios para con nosotros. Indignos somos de ser objetos del tal amor y gracia, pero Dios lo ha hecho. Resta pues a nosotros aceptar su provisión para nuestra salvación. –Adaptado/daj

 

Lectura Diaria:
1 Cronicas 6 [leer]
/Ezequiel 8-9 [leer]
/Juan 2:1-22 [leer]