Claramente hay algo errado en el razonamiento que compara a Dios con un padre humano ideal. En su trato con los perdidos, Dios no es un padre humano ideal y nunca lo será.

“Mediante la sangre de su cruz” Colosenses 1:20

De la misma manera que el agua hirviendo quema el cuerpo y hasta desprende la piel, el pecado causó ya una degradación espiritual y una disociación de Dios, un alejamiento que corresponde a la muerte espiritual. Esta es la paga del pecado o los honorarios del pecado y se hace personal en cada ser humano desde el momento en que el ser humano adquiere conciencia o responsabilidad delante de Dios.

Sabemos que la salvación es personal, y no hay salvaciones colectivas (“el que en él cree…”), sin embargo, el juicio no es menos personal que el perdón. El castigo del pecado es inherente en la naturaleza de Dios, mas puesto que Dios es un ser existente personal, está directa y personalmente involucrado en realzar y esta su ley, partiendo por la que dice que “la paga del pecado es muerte”. Tal como nuestro Señor enseña, él cumple la ley directamente y judicialmente y debe pagar personalmente. Así de sencillo y así de tremendo. El tema ya lo hemos mencionado otras veces. Antes de entrar en el tema de la cruz de Cristo propiamente tal, debemos decir que el siervo de Jehová sufrió nuestros dolores (Isaías 53), y los sufrió personalmente. Esto se refiere {mak-obe’} al dolor del alma y no al físico, para el que se utiliza otra palabra. Se refiere a la ansiedad, turbación y aflicción de mente y alma, que se origina en el pecado como causa directa o indirecta y que Jesús  sufrió.

El sufrió no sólo los dolores físicos sino las dolencias de la mente (Mateo 8:17). La frase, por lo tanto, significa que el Señor Jesucristo tomó sobre sí mismo los dolores no-físicos de la humanidad y experimentó toda la respuesta emocional, psicológica y biológica asociada con el dolor y la aflicción de la mente, sin tener porqué. Él se afligió por nuestros dolores, para removerlos. En parte los llevó al sanarlos por la vía de un milagro directo sobre el dolor o la enfermedad física que las causaba, y en parte las llevó al tratar la causa de esos dolores o dolencias, es decir, el pecado. Él es el varón de dolores (Isaías 53:3), pues tiene que sufrir lo que los hombres sufren en orden a ser el sustituto perfecto.

Aquí tornamos a un punto central de la cruz de Cristo, de que era necesaria. ¿Eran tres horas suficientes para pagar por los pecados de todo el mundo, y para librar de una eternidad en el infierno a todos los creyentes?

Debemos entender que el grado de sufrimiento, indignidad, acusaciones, degradación y maltrato que Jesús sufrió no está determinado simplemente por las tres horas de la cruz, durante las cuales hubo tinieblas y durante las cuales entendemos que Dios el Padre castigó al pecado, en su Hijo Jesucristo, durante las cuales el Hijo llevó (presentó, como en un altar) nuestros pecados (1 Pedro 2:24), así como tampoco está determinado por el inmenso dolor físico al cual fue sometido siendo clavado de pies y manos.

Su sufrimiento y despojo está determinado por la tremenda distancia que existe entre la gloria que él tenía con el Padre en el cielo, y la ignominia, infamia y deshonor que sufrió suspendido –literalmente colgando–en la cruz siendo quién era, el mismo Hijo de Dios. Esa distancia es la medida que nos provee la dimensión o la profundidad que necesitábamos en su sufrimiento para cubrir una eternidad en el infierno y para cubrir los pecados de millones de seres humanos. El punto es que cometemos una gran afrenta a Dios no sólo según cuántos pecados cometemos o cuán malos son, sino por cuán grande él es. Por lo tanto, nuestros pecados son infinitamente grandes porque son contra una persona infinita y merecen un castigo infinito. Cristo, siendo una persona infinita se hizo tan bajo, se humilló tanto, descendió tanto, que ese descenso en sufrimiento y en indignidad fue tan grande que es suficiente para cubrir los pecados de millones, y para cubrir la entera extensión de la eternidad que merecíamos pasar en el infierno.

Por eso él es un gran salvador, ninguno como él. ¿Es su salvador? –rc

 

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 17:1-31 [leer]
/Isaías 56:9-57:21 [leer]
/Romanos 3:1-29 [leer]