Si Dios es amor, y Dios es luz, si en él no hay ningunas tinieblas, ¿cómo entonces puede, acaso, perdonar al pecador?

“Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad” Salmo 6:8

Si aceptamos su enseñanza, debemos entonces concluir que debe existir una sobremanera poderosa razón que explica por qué un Dios de Amor actúa tan severamente en juicio con el pecado. La respuesta es que él es Luz (1 Juan 1:5), así como es amor (1 Juan 4:7). La ira de Dios, por lo tanto, está en armonía con lo que nuestro Señor enseñó y debemos, por tanto, encontrar un lugar donde se reúnen su amor y su luz, su amor y su santidad, cada una en plena satisfacción. Una vez obtenido esto podemos satisfactoriamente explicar su perdón amplio, libre y absoluto. Leemos en Romanos 3:23-26:

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”

Pablo no da explicaciones acerca de por qué Dios castiga. Más bien debe explicarnos por qué Dios perdona, y lo hace utilizando la palabra “justifica”. ¿Por qué Dios declara al pecador inocente ante la ley?, Por qué Dios “justifica al impío”? (Romanos 4:5). Necesariamente alguien que merecía ser destruido ha sido perdonado y esto sólo puede ser si su pecado de alguna manera ha sido quitado, removido. Pablo está preocupado de dejar claro que Dios debe ser justo, que su justicia debe ser traída adelante y dejada patentemente en evidencia (v. 26). Dice la NVI: De este modo Dios es justo”. Pablo ofrece una explicación a esta paradoja de que Dios acepta o recibe al culpable y a la vez es justo, como hemos leído: “por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación”. Juan lo expresa claramente también: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:8-10).

Dios –porque es amor– toma la iniciativa de perdonar al hombre y provee los medios para que eso sea posible y eso lo hace proveyendo una forma posible para el hombre de obtener el beneficio de toda la gracia de Dios y de todo su amor. La forma será arreglada por él, él está a cargo de esto, él verá cómo lo hace, él verá cómo logra lo imposible: satisfacer su justicia y descargar su ira santa sobre el pecador sin destruirlo… entonces debe ser en un sustituto plausible y válido. Ese será tema y problema de Dios; El pecador sólo tiene que “anotarse” y hacerse partícipe de ésa bendición por un solo acto: creer en Jesús, o ser “de la fe de Jesús” (v. 26).

“El es la propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 2:2). El fue la propiciación por su sangre (v. 25), es decir, por su sangre derramada en muerte, sobre la cruz, lo que nos cuenta a nosotros como propiciación. Propiciación es la acción de apaciguar la ira divina por medio de proporcionar al demandante –Dios– una obra de un mérito tan infinitamente reparatorio, una excelencia tan superior al motivo que origina su reclamación, que le satisfizo a plenitud y hace que la demanda contra el ofensor original –el hombre caído– sea abolida. Si hay propiciación, entonces puede haber perdón. Ahora bien, la propiciación hacia Dios tenía sus requisitos en cuanto a momento, lugar y persona. Esto sólo fue posible en un sólo momento, hace dos mil años; en un sólo lugar, el Calvario; por una sola persona, Jesucristo. –rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 19:8-20:42 [leer]
/Isaías 60:1-22 [leer]
/Romanos 5:12-21 [leer]