El pecado ejerce un efecto esclavizador cuando no es confesado. Juancito sufría cuando su hermana le hizo pagar por una falta no confesada. Se libró cuando se franqueó con su abuela.

 

Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” Juan 8:34.

 

A Juan y Susana les encantaba ir al campo a visitar a los abuelos. Eran hermanos y se entretenían en muchas cosas que en la ciudad no podían. En la propiedad de los abuelos había un pequeño bosque con un arroyo que pasaba por entremedio de los árboles. Juancito iba al bosque con su honda y practicaba su puntería tirando piedras a lo que le daba la gana. Le faltaba destreza y mientras volvía un día para cenar, vio al pato regalón del abuelo. Apuntó con su honda y para su horror, dio en la cabeza del ave y la mató. Espantado por lo sucedido, tomó el pato y lo enterró detrás de la leña que el abuelo tenía apilada por ahí. Susana había visto todo, pero no dijo nada.

 

Después de comer, la abuela dijo: “Susana, vamos a lavar la loza.” Inmediatamente Susana le informó que “Juan me dijo que quería ayudar hoy día. Así que, él lo puede hacer.” En voz baja, Susana dijo a Juan, “Acuérdate del pato. Yo te vi.” Así que, Juan ayudó con sacar la loza. Más tarde el abuelo quiso ir a pescar y pensó que sería lindo que uno de los niños le acompañara. “No lleve a Susana,” dijo la abuela, “la necesito para que me ayude.” Susana quería ir con el abuelo y dijo: “Abuela, Juan puede quedarse porque me dijo que le gustaba ayudar.” Otra vez en voz baja, Susana dijo, “Acuérdate del pato.” Así que, Susana fue a pescar y Juan tuvo que ayudar con los quehaceres de la casa.

 

Después de algunos días en que Juan se veía comprometido por Susana para hacer sus tareas, decidió confesar su falta. Dijo a la abuela que había matado al pato. Ella lo tomó en brazos y dijo: “Ya sé mi hijito pues te vi cuando yo miraba por la ventana. Te amo y te perdoné y me preguntaba cuánto tiempo iba a pasar mientras que Susana te tuviera como su esclavo.” La historia ilustra el efecto que ejerce el pecado cuando no es confesado. Miles de personas guardan como secreto en su corazón el recuerdo de ciertos pecados cometidos y viven en temor por si fueren descubiertos. Más saludable es confesar su pecado. Dios mismo espera que el pecador se franquee en su presencia para obtener el perdón de ellos por medio del Señor Jesús, quien dijo, “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” Juan 8:36. El diablo usa este método para esclavizar al pecador quien es culpable de mentir, de defraudar, de guardar rencor, de no haber pagado una deuda, de robar, de odiar, y de cuántos más pecados que existan. Dios te ha visto desde su ventana. Conoce tu vida de cabo a rabo. Está dispuesto a perdonarte por medio del Señor Jesús “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” Romanos 4:25. Dios te espera para que confieses tus pecados y disfrutes del perdón. –Tr./daj

 

Lectura Diaria:
Números 21 [leer]
/Proverbios 18 [leer]
/Santiago 2 [leer]