En la cúspide de la glorificación de Jesús al Padre, Él va al Calvario y honra a su Padre en satisfacción plena y perfecta. Como consecuencia de esto Él mismo es glorificado por el Padre. Veamos más acerca de esto.

“Gloria de los hombres no recibo” (Juan 5:41)

Jesús glorificó a su Padre en su vida terrenal, pero al ser Dios, Jesús también fue glorificado. No obstante, aquí hay un punto interesante. La Biblia nos enseña que los seres humanos no podemos glorificar al Hijo, el único que puede hacerlo es el Padre (Juan 5:41).

La cruz es, en la perspectiva del evangelista Juan que nos presenta a Jesús como Hijo de Dios, el lugar de la máxima glorificación del Padre por parte del Hijo, es el completar la obra. Esto redundará en la glorificación del Hijo: “Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:39). El Padre glorificó al Hijo por su obediencia. Cuando se habla de que Jesús es glorificado se refiere a la respuesta del Padre a la perfección de la obra de su hijo en agradarle (Juan 8:29). Es la respuesta del Padre a la satisfacción que el Hijo le ha entregado y primariamente se refiere a su resurrección y posterior exaltación (Filipenses 2:9). De lo anterior entendemos que, finalmente, la cruz es el camino para la glorificación del Padre y del Hijo (ver Génesis 45:13). Por su entrega total llevada al clímax en la cruz del Calvario, el Padre glorifica al Hijo y le da una gloria nueva, que tiene que ver con el reconocimiento del Padre hacia el Hijo por haber vencido: “El… ha vencido” (Apocalipsis 5:5). “Dios… le resucitó de los muertos y le ha dado gloria” (1 Pedro 1:21).

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2.5-11).

En este pasaje el apóstol Pablo nos enseña que, finalmente, la exaltación hasta lo sumo del Hijo por el Padre, redunda en más gloria para Dios Padre, el objetivo último. –rc

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
Números 15 [leer]
/Proverbios 12 [leer]
/1 Pedro 4 [leer]