Hemos visto que cuando la Biblia habla de gloria, se refiere al esplendor o magnificencia propia y singular de Dios como atributo. También se refiere en ocasiones a la misma presencia divina visible al hombre y expresada en el Hijo de Dios. Veamos una tercera perspectiva bíblica acerca de qué quiere decir cuando se menciona la palabra gloria.

“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” Juan 17:4

En la Biblia la gloria de Dios se refiere también al reconocimiento de sus criaturas cuando éstas obran de acuerdo con Su persona: cuando “las cosas son como deben ser, de acuerdo con el estándar de Dios”. En este sentido, es posible dar gloria a Dios al hacer algo o decir algo que va directamente en dirección a restaurar y expresar la completa y perfecta  satisfacción de Dios, porque las cosas, pensamientos y eventos han respondido a Su naturaleza y a Su propósito. Cuando  Él  se  deleita,  cuando  Él  está contento, cuando está satisfecho, él es glorificado. Recordemos, las cosas son como deben ser y están de acuerdo con lo que Él es (Génesis 1:31). En nuestra vida, cuando somos salvados y avanzamos en el terreno de la nueva creación en Cristo, donde todo responde al beneplácito de Dios, le glorificamos. Así, cuando Él está satisfecho nos comparte de esa satisfacción por su Espíritu, nos comparte de su gloria.

Veamos el ejemplo del tabernáculo. Este fue detallado minuciosamente por Dios mismo, y Moisés se preocupó de que todo se hiciera según la instrucción divina. Podríamos decir que el tabernáculo se hizo como debía ser, es decir, como Dios quería que fuese. Leemos: “Finalmente erigió el atrio alrededor del tabernáculo y del altar, y puso la cortina a la entrada del atrio. Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba” (Éxodo 40.33-35). Ayer veíamos este pasaje considerando la gloria presencial de Dios. Ahora podemos decir que cuando el tabernáculo se hizo a la manera de Dios, Dios fue glorificado.

También el templo de Salomón, que fue hecho por quien debía hacerlo y con materiales consagrados, redunda en gloria para Dios, a la cual el responde con su complacencia: “Entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (2 Crónicas 5.13-14).

El ejemplo máximo y perfecto lo tenemos sin duda en la persona de Jesucristo. Jesús glorificó al Padre en la tierra, pues hizo las cosas como Dios el Padre quería. El mismo lo dice: “Yo te he glorificado en la tierra”. Uno podría preguntarse ¿cómo lo hizo? Y Jesús mismo nos da la respuesta: “he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17.4). Más aun, en su vida y en la cruz Jesús glorifica a su padre porque esa era la voluntad del Padre. Era como el Padre quería, era como debía ser. Entonces, Jesús va al Calvario y honra a su Padre, le glorifica después de una vida de glorificación constante. ¡Glorificamos a Dios en nuestra vida? –rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
Números 10:11-11:3 [leer]
/Proverbios 8:1-36 [leer]
/Judas 1:1-25 [leer]