“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes” Apocalipsis 3:11

En el estudio de la iglesia universal y la iglesia local, emerge una característica gloriosa de la primera, anunciada por el mismo Señor Jesucristo. Es la sexta distinción que podemos mencionar y dice relación en cuanto a que la iglesia universal, el cuerpo de Cristo, no puede ser destruida (Mateo 16:18). Nunca lo será y esta es una declaración concreta y taxativa del Señor Jesucristo. Más aun, se la presentará a sí mismo gloriosa, sin mancha, “sin arruga”, y santa (Efesios 5:27).

Esto no es necesariamente así en cuanto a una asamblea o iglesia local, pues cualquier congregación reunida al nombre del Señor y constituida bajo los principios bíblicos neotestamentarios puede dejar de existir en algún momento. Esto es una seria advertencia hacia toda iglesia local. Hay casos lamentables en que una asamblea no puede seguir funcionando porque sus miembros no son capaces de sostener el testimonio. En otras ocasiones son perseguidos, arrestados e incluso pierden su vida por causa del evangelio en regiones del mundo donde hay gran oposición al cristianismo. Esto ocurrió en el siglo primero (Gálatas 1:13) y también ocurre el día de hoy.

También una asamblea puede dejar de ser por juicio divino cuando el mismo Señor Jesucristo, que está en medio de los candeleros de oro –figuras de iglesias locales– determina que una no cumple a sus propósitos y le quita de su lugar (Apocalipsis 2:5). En la visión de Juan, la persona de Jesús es presentada en esplendor y majestad, y hacemos bien en recordar cómo le vio Juan, a aquel en cuyo pecho había estado recostado. Se describe como “Uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;  y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas” (Apocalipsis 1:13-15). El Señor Jesucristo está en medio de sus candeleros de oro. Conoce sus obras individualmente, y toma resoluciones con relación a la realidad específica de cada una.

El hombre puede confundirse fácilmente con lo que sus ojos ven y considerar que las cosas pueden estar muy bien con la vista natural. Así, por ejemplo, tenemos la iglesia de Éfeso (Apocalipsis 2:1-7), una asamblea real del siglo primero. Esta iglesia local era muy trabajadora, sus obras eran muchas, su trabajo arduo e incansable, y su paciencia también ardua (Apocalipsis 2:2-3). No obstante el mismo Señor le advierte que está en grave riesgo pues ha dejado su prioridad para enfocarse más bien en el “hacer” obras. El primer amor de todo creyente y de toda asamblea es el Señor Jesucristo y precisamente en este punto es donde esta asamblea había fallado, luego todo lo demás no alcanzaba y quedó corta. Esta advertencia debemos considerarla seriamente pues su permanencia en el tiempo estaba amenazada por el mismo Señor, si no se arrepentía (Apocalipsis 2:5). Estemos alerta y fieles al Señor para que podamos, tal como la iglesia universal, nuestras asambleas permanezcan hasta el fin. rc

Lectura Diaria:
1 Reyes 15:1-32 [leer]
/Jeremías 26 [leer]
/Colosenses 3:5-4:1 [leer]