Hace algún tiempo vimos una figura del lenguaje bíblico que se emplea para hacernos más cercana la imagen de Dios, su cuidado y sus obras: el antropomorfismo. En esta figura, a Dios –que es espíritu– (Juan 4:24) se le atribuyen características que corresponden a un ser humano y no a su naturaleza eterna y omnipotente. Es muy interesante e instructivo.

 

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios” 1 Pedro 5:6

Ayer consideramos uno de estos antropomorfismos más preciosos, sus manos. No es que él tenga manos sino que es una analogía para que comprendamos mejor sus obras y actos perfectos y soberanos. Mencionamos las manos creadoras de Dios (Éxodo 20:11, Isaías 45:12), sus manos guardadoras (Juan 10:27.30), sus manos castigadoras (Hebreos 10:31).

También en la Biblia se hace notar la mano de Dios como una mano de autoridad y reprensión, que disciplina a los suyos que han desobedecido. Tenemos el caso de Noemí, que junto con su esposo abandonan Belén y al pueblo de Dios para irse a los campos de Moab, pueblo con el que Dios había expresamente prohibido el contacto y vinculación debido a su idolatría (Deuteronomio 7:2-5). Pasándolo muy mal Noemí, ya viuda, emprende el camino de regreso hacia Belén señalando: “la mano de Jehová ha salido contra mí” y “el Todopoderoso me ha afligido” (Ruth 1:13, 21). Aquí vemos la mano del Señor afligiendo a quien había pecado y desobedeciendo a Dios se había ido contra su voluntad. La –en este caso– pesada mano de Dios resultó en la posterior restauración de Noemí y en bendición para muchos otros.

También tenemos la historia de David, que sufre disciplinado por Dios por su desobediencia y pecado. Su travesía la describe en el Salmo 32: “Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano… ” (Salmo 32:4). Al igual que Noemí, David fue restaurado tan pronto reconoció su pecado lo confesó a Dios y rectificó su camino. En ambas historias la mano de Dios se hace notar pesada e intolerable para el hombre, mas se torna en bendición una vez que este confiesa su pecado y se aparta. ¿Qué puede decir el lector? ¿Ha sentido la mano de Dios en su vida?. Tal vez hay pecado que tiene que ser confesado para pasar de la mano del Dios santo que aflige, a la mano protectora del Pastor, a la mano vivificante de Dios inmutable: “Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último” (Apocalipsis 1:17).

Cualquiera sea la mano de Dios que el lector sienta, es para su bendición si le deja actuar. Seamos, pues, sensibles a ella. –rc

 

Lectura Diaria:
1 Cronicas 10-11 [leer]
/Ezequiel 12 [leer]
/Juan 4:1-30 [leer]