“Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” Mateo 5:19

En el pasaje que estamos considerando el Señor Jesús está enseñando que ley de Dios es preeminente, también es permanente. Ahora continúa y nos muestra que la palabra de Dios, su ley, es pertinente. No da lo mismo, no es indiferente hacerle caso o no. No nos hace sugerencias, es mandatoria, nos ordena, obliga ante sí. O la ignoras y sufres las consecuencias, o la obedeces y recibes bendición, pero no hay punto intermedio. Somos responsables de oírla y obedecerla por el carácter que tiene y que la oigamos o no tiene consecuencias para nosotros pues nos afecta directamente. Lo que hagamos con ella determinará cómo seamos considerados en el Reino de Dios.

La palabra “quebrantar” tiene en el sentido original la idea de soltar o aflojar, y no se refiere sólo a la desobediencia flagrante. El Señor nos advierte contra el relajar los mandamientos de Dios, con disminuir su autoridad, con minimizarlos o manipularlos para disminuir su fuerza y su mensaje. Esto lo vemos a diario en todas partes. Ahora bien, ciertas leyes judiciales y ciertos rituales terminaron con la venida de Cristo pues fueron cumplidos y no nos son exigibles, pero en la historia de la redención hay mandamientos y principios que vienen de antiguo, que no tenemos derecho a desestimar. Pablo enseñaba: “Porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27) y todo el consejo de Dios es obligatorio. Hay diferentes interpretaciones acerca de lo que significa ser considerado “muy pequeño”. Lo que podemos decir es que es la forma que tiene Jesús de decir que Dios no le considerará favorablemente. ¡Hay de quien caiga en esa situación! Sin embargo, hay gran bendición para quien considere apropiadamente los mandamientos de Dios, para quien los valore y los guarde –aún los que pudiésemos llamar de menor valor– y  que sean aplicables a nuestro tiempo actual, según lo que hemos considerado acerca de la ley moral, judicial o civil, y ceremonial.

En las epístolas hallamos una dualidad que es necesario apreciar. En primer lugar  ellas efectivamente señalan que en cierta manera la ley ha sido cumplida y no nos obliga más. Pablo nos dice que ya no hay judío ni gentil, pues la cruz acabó con esa separación (Efesios 2:14). Las leyes civil y ceremonial dadas a Israel ya no nos son exigibles. La ley moral tenía una penalidad y Cristo la pagó por nosotros en la cruz, luego en ese sentido no se nos exige morir por nuestros pecados si hemos recibido a Cristo como nuestro salvador (Romanos 6:14). Sin embargo, el Evangelio exalta la ley, no la anula. Nos hace ver la obra tremenda y suficiente de Cristo en la cruz, cumpliendo las demandas de esa ley que exigía la muerte por el pecado. Así, de la misma manera, las epístolas también nos enseñan que la ley de Dios sí nos obliga pues debemos andar en el Espíritu. Al ser obedientes a la ley de Dios, por gratitud, con gozo, para agradarle, cumplimos el sentido de esa ley. Pablo escribe: “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4). ¿Porqué el creyente cumple la ley?, porque es preeminente, porque es permanente, porque le es pertinente pues son las enseñanzas eternas de su Dios. No para alcanzar la salvación sino por gratitud y en búsqueda de la santidad. ¿Desea el lector ser acepto para con Dios? Reciba a Cristo, reciba la obra de Cristo completa hecha a su favor. Él cumplió toda la ley por los pecadores perdidos. Luego le obedecerá con gozo, participará de su voluntad y cumplirá así la ley de Dios. rc

 

Lectura Diaria:
Nehemías 5:1-19 [leer]
/Hageo 2:1-23 [leer]
/Apocalípsis 10:1-11 [leer]