Hubo un juicio divino muy rápido en los días de Moisés. La envidia en el corazón de un hombre le llevó a desafiar a Moisés pero Dios tomó nota de lo que pasaba y casi tres cientos personas murieron. Lea del caso.


“Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad” Números 16:28

 

Los que ocupan puestos de importancia en el gobierno, en la industria, en el deporte, o en cualquier jerarquía de la sociedad, a veces son hechos objetos de la envidia por subordinados. Aún en círculos cristianos ha habido pugnas entre personas que piensan que deben ocupar puestos donde otros han sido colocados. Es una triste realidad que data del primer siglo. Juan el apóstol informó a Gayo de un hombre llamado “Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe” (3 Juan 9). Siempre ha existido este tipo de situación cuando alguien ha ocupado un lugar de preeminencia y otros tienen designios de desalojarlo. Hubo un caso similar entre los israelitas cuando Jehová nombró a Moisés como su portavoz y a Aarón su hermano como el sumo sacerdote. Los miembros de la familia de Aarón fueron nombrados sacerdotes para servir en el tabernáculo. Todos pertenecían a la tribu de Leví. Aunque las familias de Coat, Merari y Gersón pertenecían a la misma tribu de Leví, sus labores en el tabernáculo eran diferentes, y no las del sacerdocio.

Los hijos de Coat tuvieron un oficio muy especial en el tabernáculo de reunión pues habían de encargarse de la mudanza de los muebles. Ellos eran los únicos permitidos a tomar los muebles para su traslado cada vez que el tabernáculo había de mudarse de un lugar a otro. Aarón y sus hijos cubrían el santuario y todos los utensilios, y luego vendrían “después de ello los hijos de Coat para llevarlos; pero no tocarán cosa santa, no sea que mueran. Éstas serán las cargas de los hijos de Coat en el tabernáculo de reunión” (Números 4:15. Nadie más tuvo este privilegio. Sin embargo, un hombre llamado Coré de la familia de Coat no estuvo conforme con lo que Dios había dispuesto y consiguió que 250 hombres de renombre se unieran a él para desprestigiar a Moisés y Aarón. Lanzaron un desafío a estos dos hermanos diciendo: “¡Basta ya de vosotros! … ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?” (Números 16:3).

La historia se halla en Números 16. Con mansedumbre Moisés no reaccionó carnalmente frente a la provocación sino encomendó el problema a Dios. Coré y su séquito no querían aceptar lo que Dios había ordenado. Pretendían juzgar la sabiduría de Dios. Pusieron en duda su soberana voluntad. Jehová ordenó a los disidentes a presentarse ante Él con el fin de mostrarles su gran equivocación. El grupo de dos cientos cincuenta hombres pensaba que podría servir de sacerdotes y se atrevieron a venir con incensarios encendidos y pusieron incienso encima. El juicio de Dios fue rápido. De repente, se abrió la tierra y tragó a Coré, Datán y Abiram y a sus familias con sus casas y la tierra se cerró encima de ellos. Luego “salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso” (Números 16:35). Rebelarse contra la voluntad de Dios es pecado grave y aunque no vemos juicios tan drásticos hoy, los que actúan de esta manera sufrirán pérdida pues “si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:15). La rebelión de Coré es una advertencia de no ir en contra de la voluntad de Dios. –daj

 

Lectura Diaria:
2 Samuel 13 [leer]
/Sofonías 1 [leer]
/Gálatas 1 [leer]