Si hay un hombre que pasó por experiencias tristes y pruebas terribles, ése fue David. Veamos parte de su historia.

Vagó durante diez años por las cuevas y los desiertos huyendo de Saúl y sus enemigos antes de ser coronado rey. Había disfrutado por un breve tiempo de las dulzuras de la fama y el poder pero había caído en desgracia delante del rey, que alguna vez fue incluso su suegro. Pero David siempre confió en Jehová, en el Dios eterno. Ya coronado, no estuvo exento de pruebas.

 

“Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare” (Salmo 61:2)

 

La palabra desmayar se refiere propiamente a sentirse sobrepasado por las circunstancias, cuando ya no se dispone de fuerzas ni recursos ni ideas ni un plan alternativo, cuando en el corazón hay confusión. No importa la distancia geográfica en la cual se encuentre, David sabe que cuando esté en necesidad y a punto de desfallecer clamará a su Dios. Se encontraba realmente en el cabo de la tierra pues estaba en el exilio, errante y desplazado de su hogar, mas su resolución es clamar al Señor. David ha decidido confiar en Jehová.

 

“Llévame a la roca que es más alta que yo” (Salmo 61:2)

 

Ese es su clamor, pues él no puede subir a una roca más alta, pero el Señor sí le puede llevar a ese lugar de seguridad y paz. Esta roca es su presencia misma. David reconoce que en sus recursos no hay posibilidad de salir adelante, y clama a Dios que le levante a un nivel  superior, más alto que lo que él conoce. ¿Es este el clamor del lector cuando alguna situación parece sobrepasarle?, o recurre a lo que mejor le parece?, de un buen rey de la antigüedad leemos tristemente que “en su enfermedad no buscó a Jehová” (2 Crónicas 16:12). ¿En quién confiaremos cuando nuestro corazón desmayare? Afirmemos nuestro corazón con una resolución como la que tomó David, “clamaré a ti”. –rc

Lectura Diaria:
Josué 13 [leer]
/Isaías 9:8-10:4 [leer]
/Lucas 24:36-53 [leer]