Dios es soberano en la salvación, lo que quiere decir que todo cuanto se refiere a la salvación es privativo, exclusivo y absolutamente suyo. Veamos más acerca de esto.

La salvación es de Jehová” (Salmo 3:8; Jonás 2:9)

La Biblia afirma esta verdad. En su soberanía, Dios determinó salvar a los hombres y lo hizo en un decreto que establecía la determinación de salvación como antecedente a toda operación divina: “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de  los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Nadie podrá decir que Dios nos salvó a causa de nuestra miseria o como consecuencia de nuestras transgresiones, sino que lo hizo en base a su sola voluntad y absoluto propósito. Dios no se mueve por condicionamiento alguno, sino que su propósito antecede a toda acción y circunstancia, que además Él mismo controla. La salvación determinada por voluntad divina comprende el envío del Hijo o la encarnación del Verbo, acontecimiento que no ocurrió sino hasta el tiempo previsto: “Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:10).

La cruz obedece a un concreto, minucioso y detallado programa divino, anunciado por medio de los profetas y ejecutado en el tiempo histórico de los hombres (Hechos 2:23; 4:27-28). En ese sentido, el cumplimiento del tiempo (plhvrwma), está vinculado también con la mayoría de edad del hijo (Gálatas 4:2), el tiempo establecido por el Padre, y tiene que ver directamente con la figura de la adopción que consideraremos más adelante. Quiere decir esto que el cumplimiento del tiempo que tiene que ver con el envío del Hijo y con Él la redención, son elementos que conducen al fin que culmina el versículo: la adopción de hijos.

Para los creyentes el envío del Hijo marca lo que se llama en el Nuevo Testamento, los últimos tiempos, los postreros tiempos, o los postreros días (Hebreos 1:2). Esta fórmula se utiliza para referirse al tiempo de la presente dispensación y que se extiende desde la primera hasta la segunda venida de Cristo. Los postreros días es el tiempo de la actual dispensación en la que, al comienzo, los hombres pudieron oír la misma voz de Dios expresada por su Hijo. Terminado el ministerio profético de la antigua dispensación, Dios habla en estos tiempos, los postreros días. En otro lugar el apóstol llama al tiempo determinado por Dios, “la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Efesios 1:10). Entonces, la voluntad divina tiene un propósito que nace en la eternidad y que se lleva a cabo en el tiempo histórico de los hombres. El propósito divino tiene un tiempo para su ejecución que se define como “la dispensación del cumplimiento de los tiempos”. Un tiempo en el que Dios actúa y se manifiesta de una determinada manera, que no ocurrió antes. Esta determinación divina fue adoptada como todas las demás en Cristo, y se manifestó cuando llegó el cumplimiento del tiempo que Dios había determinado. — Samuel Pérez-Millos

(Continúa)

Lectura Diaria:
Números 23:27-24:25[leer]
/Proverbios 21:12-22:16[leer]
/Lucas 1:1:25 [leer]