Más que nunca escuchamos a la gente lamentar sobre la situación caótica del mundo. Los mercados financieros tambalean; la desobediencia civil aumenta; Los compromisos no se respetan. ¿Hay respuesta bíblica?

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” 2 Timoteo 3:1

Años atrás un artículo salió en un diario francés que hizo una dramática descripción de la sociedad: “¡Nuestra sociedad se autodestruye! En los últimos 30+ años, en el plano económico, ¡qué expansión!  Pero, por otra parte, ¡qué degradación! En Francia, con base al porcentaje de la población, la delincuencia se cuadriplicó, el consumo de tranquilizantes se multiplicó por ocho, el uso de la droga, desconocido en otros tiempos, se ha hecho común. La admisión de enfermos en los servicios psiquiátricos se triplicó y los suicidios aumentaron más de un tercio. ¿Adónde vamos a llegar si continúa por mucho tiempo esa carrera hacia el abismo?”

Los franceses se jactan de su liberalismo.  Es un país secularizado, y ahuyenta cualquier intento de introducir principios bíblicos como parámetros para la vida diaria. Al principio de 2008 un hermano perdió su espacio en el mercado de un pueblo porque ofrecía literatura bíblica en medio de los otros artículos en venta. El mismo artículo francés analizó esa autodestrucción e indicó que el resultado arroja cinco máximas: 1. el espectacular progreso del desempleo, 2. el aumento de la contaminación, 3. el gigantismo urbano, 4. la desunión familiar, y 5. el vacío espiritual. Esta última causa nos parece la clave para entender la declinación moral de un país. Donde no hay conocimiento de Dios ni reconocimiento de sus prerrogativas, ¿qué hay como alternativa?  No hay nada sólido, solamente un vacío espiritual.

Esto no sólo vale para Francia, sino para todo el mundo. En los países llamados cristianizados, la gran mayoría de la población se complace en el materialismo. Han eliminado a  Dios como un factor para ser tomado en cuenta. Este mundo se edifica sobre la arena movediza del humanismo, desconociendo y despreciando la enseñanza y la obra de Jesucristo. Todo esto fue mencionado por Pablo cuando escribió a Timoteo en su segunda carta. Hay por lo menos 19 características mencionadas en el capítulo 3. La clave para evitar el desastre se halla en el verso 16: ” Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Ya que tiene tanta importancia, permitamos que la Palabra de Dios afecte nuestra vida. –daj

Lectura Diaria:
1 Samuel 13:1-23 [leer]
/Isaías 52:1-12 [leer]
/2 Corint. 12:14-13:14[leer]