Desde el registro en el Génesis, una vida debe ser entregada por otra para la salvación de la primera. Consideremos algo con relación a la sangre.

“La vida de la carne en la sangre está” Levítico 17:11

En el contexto de Levítico 17, leemos que la violación de la ordenanza de Dios respecto de no comer sangre es tan grave como hacer un sacrificio a los demonios. El infractor debía ser cortado del pueblo (Levítico 17:10). La razón de esta prohibición queda claramente establecida: “la vida de una criatura está en la sangre” y esta es el vehículo de la expiación. La vida y la sangre están estrechamente asociadas en una paridad, aun desde los primeros lenguajes escritos, y por cierto, en el hebreo (Génesis 9:4, Deuteronomio 12:23).  Existe una asociación biológica absoluta en los mamíferos, y desde el momento en que es un sinónimo de vida, la sangre puede expiar por la vida. Puesto que la vida de una criatura está en la sangre, sangre puede hacer expiación por la vida de uno. Una vida es sacrificada por otra. El derramamiento de la sangre sustituta sobre el altar logra la expiación, hace la expiación, puesto que la sangre de la víctima inocente, fue dada por la vida de uno que ha pecado. Sangre derramada implica que una vida ha concluido.

Una vez que el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte (Romanos 5:12), la única posibilidad de conservar la vida es por medio de un favor divino, el don de su gracia, manifestada desde el momento en que Dios toma la vida de uno (¿o dos?) animales inocentes, toma sus pieles y “cubre” las faltas de Adán y Eva (Génesis 3:21). El hombre puede estar delante de Dios, y aun escuchar su sentencia, porque está cubierto por el sacrificio de otro, uno inocente cuya vida fue tomada para que la vida del infractor no fuera tomada. En este sentido, entonces, el derramamiento de sangre representa la prueba inequívoca de que una vida es entregada.  Tiene un enorme simbolismo, con relación a la vida y con relación a la muerte.

En efecto, en el Antiguo Testamento la expiación por el pecado del hombre es obtenida por la muerte de un sustituto aceptable, más que por su vida. Este énfasis es básico en el antiguo pacto y es traspasado al Nuevo Testamento con referencia específica a la obra de Jesucristo en el nuevo pacto. La sangre sacrificial se asocia con la muerte del Salvador: “¡Cuánto más la sangre de Cristo…” (Hebreos 9:14), y el autor de los Hebreos demuestra también que la sangre está asociada con muerte más que con vida (Hebreos 12:24). Es evidente entonces que los sacrificios eran eficaces a través de la muerte de la víctima, y que esa sangre indica una vida entregada en muerte, no vida que ha sido libertada. Como veremos, la sangre representa para Dios mucho más que para nosotros. ¿Qué representa para el lector? –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
Josué 16-17 [leer]
/Isaías 11-12 [leer]
/1 Tesalonicenses 2:13-3:13[leer]