En términos prácticos, la totalidad de las veces en que la Biblia menciona la sangre como representando o equivaliendo con vida, es en un ser humano o un animal ya nacido o formado. Como veíamos ayer, el Hijo de Dios, recién en el vientre de su madre  porque recién está concebido, es el Eterno, es “mi Señor”.

“Por cuanto derramó su vida hasta la muerte” Isaías 53:12

La sangre de la vida más perfecta, la única perfecta es la sangre que puede redimir al hombre caído. Es la vida del Hijo de Dios que es “santo, inocente, sin mancha y apartado de los pecadores” (Hebreos 7:26) la que una vez derramada hace posible nuestra salvación. Su vida derramada es su sangre derramada.

En la expiación, Dios acepta la sangre de un animal, que es la vida del animal, en lugar de la sangre del hombre, en lugar de la vida del hombre. Es a través de sustitución. La sangre es santa en este sentido, porque el creador la ha santificado y no está disponible para el uso por parte del hombre. Sólo pertenece a Dios, el dador de la vida. Puesto que representa como ningún otro elemento corporal la vida de un ser creado, y la vida es de Dios, la sangre no debe banalizarse, rebajarse o profanarse en el contexto de ser un ingrediente de una comida o bebida. De esta manera, es claro que la prohibición de comer sangre es para preservar la santidad de la vida de manera simbólica. Si yo como sangre, tengo en poco la vida como don de Dios, tengo en poco o derechamente no reconozco que la vida le pertenece a Dios.

En ese mismo sentido, la acción de recibir o donar sangre para salvar la vida de otro ser humano que la necesita está desprovista de profanación. No es pecaminoso y más bien pone este símbolo su justo lugar, en lo que representa pues se está dando vida. Notemos ahora que este alto concepto de la sangre como símbolo y como vehículo objetivo de la vida se mantiene en la enseñanza apostólica: “no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (Hechos 15:20, 15:29, 21:15). La muerte por asfixia no se llevó a cabo por derramamiento de sangre (veremos esto más adelante) y es, por lo tanto, una negación de la entrega de una vida. Es realmente una muerte no evidente.

Qué valor tan grande el de la vida de Cristo. Qué valor tan grande el de la sangre de Cristo. ¿Es valiosa para usted? –rc

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
Josué 20-21 [leer]
/Isaías 14 [leer]
/1 Tesalonicenses 5 [leer]