La tercera viuda mencionada en Lucas nos presenta un punto de inflexión. Por una parte nos enseña que “El Hijo a los que quiere da vida” y, por otro, nos muestra que al creyente que sufre él le ve y se compadece.

“Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre”     —Lucas 7:11-15

 

Aquí hay una expresión de sufrimiento más grande que la de la mujer de Sarepta, pero al mismo tiempo hay una mayor experiencia de la gracia suficiente de nuestro Señor Jesús. No hay valle más oscuro que el del dolor y sufrimiento, excepto el de sombra de muerte (Salmo 23). Talvez no hay otra revelación más bendita en ese contexto que la de que nuestro Dios está en esos valles (1ro Reyes 20:28). Naín, un pueblo ubicado en los faldeos del monte Moreh, tribu de Isacar, mira el hermoso valle de Esdraelón. De la misma raíz de Noemí, Naín significa delicia, placentera, reposo. Naín es un lugar de delicia.

Aquí tenemos un cortejo que sale de la ciudad, y va descendiendo por el valle. En cierto modo nos representa a todos, incrédulos y creyentes. Si usted no es creyente en Cristo –- usted está en el valle de las sombras de muerte o el valle de los huesos secos (Ezequiel 37). El incrédulo, así crea que está en un monte o valle, nada tiene de parte de Dios, está “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12). Si usted está pasando por el valle y es cristiano, es reconfortante recordar que Jesús está cerca, le ha visto y ya ha tenido compasión de usted (Hebreos 4:15). El creyente siempre tiene esperanza, aun en la aflicción. Los valles de la vida también son una manifestación del poder, soberanía y gracia de Dios, sobre todo en la experiencia del valle de sombra de muerte. Así, para el creyente, todo valle de lágrimas, tribulación, enfermedad, discapacidad, abandono, soledad, incomprensiones, dolor y muerte puede venir a ser un “valle de fuentes” y una “puerta de esperanza”:

“Atravesando el valle de lágrimas, lo cambian en fuente”  — Salmo 84:6

“Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza”  Oseas 2:14

 

El cortejo que sale de Naín va hacia el valle. Desde el lugar de deleite y descanso hacia el lugar de tristeza y muerte. Notemos que va “mucha gente de la ciudad” en el mismo camino, un camino marcado por la muerte, un camino ancho y espacioso, por donde “muchos” transitan (Mateo 7:13). Pero hay otra procesión, una que también lleva mucha gente, “una gran multitud”. Van con vida, con el que dijo “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Van en la dirección opuesta, van al descanso, al reposo. Van hacia Naín. Esta procesión es figura de todos los salvados que van por el camino angosto, prontos a entrar al reposo, ya van cerca. Notemos que la primera procesión no tiene ninguna posibilidad de terminar bien:“he aquí que llevaban a enterrar a un difunto…”. Esta procesión no va a cambiar su esencia a menos que ocurra una intervención sobrenatural y trascendental, lo que esboza esta frase: “Y cuando el Señor la vio…”. Que podamos apreciar su mirada aun en nuestra prueba. Todo cambia cuando Él está presente. –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
Deuteronomio 20-21 [leer]
/Joel 2 [leer]
/Lucas 12:1-21 [leer]