Vivimos en días cuando queremos que todo acontezca a la rápida. Nos impacientamos ante cualquier demora. Pero Dios usa las demoras para enseñarnos.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” Hebreos 12:11.

Un matrimonio había participado en actividades evangelísticas por diez años. Desde su adolescencia cuando ni aún se conocían, deseaban servir al Señor. Si este deseo significaba dejar su empleo para ir a otra parte, los dos estuvieron dispuestos. Se conocieron y en su primer encuentro supieron de su interés mutuo en servir al Señor. Cuando se casaron, el Señor les bendijo con una hija y el varón pensaba tener un futuro seguro pues trabajaba en una repartición del gobierno a un buen sueldo. Cuando tenía cerca de treinta años de edad sentían un fuerte deseo de dedicar su vida al servicio de Dios. Los ancianos de su iglesia estaban de acuerdo y les animaban a orar para determinar la voluntad de Dios. Hubo varios indicios positivos y por eso, pusieron su pequeña casa en venta. Oraron a Dios diciendo que si fuera su voluntad que le sirvieran como misioneros, que Él lo indicara poniéndoles en contacto con un comprador antes del fin de mes.

Entró la duda el veintiocho del mes y se dijeron “parece que con esta demora, el Señor está diciendo que no”. Pero el veintinueve llegó una sorpresa. Una pareja joven llegó y decidió comprar. El día anterior ellos habían llegado de un país lejano queriendo fijar su residencia en este nuevo país. El día treinta firmaron los papeles. Para el matrimonio que querían servir de misioneros, la demora tuvo un valor benéfico. Habían comenzado el mes convencido de que Dios les quería utilizar y que pronto la casa sería vendida. A medida que pasaban los días y se acercaba el fin de mes, su fe comenzó a debilitarse. Pero Dios utilizó la experiencia para enseñarles por medio de la demora que El tiene todo bajo control. Les estaba preparando para el futuro cuando como misioneros su fe sería probada vez tras vez. Dios no se olvida de nosotros, antes bien, no se apura y permite que las demoras nos enseñen de depender totalmente de Él.

La Biblia relata varios casos de personas que fueron probadas en cuanto a su fe y tuvieron que aprender la paciencia, esperando a Dios. Cuando Moisés trataba con Faraón para conseguir la libertad del pueblo, hubo una serie de diez plagas antes que éste dijera que si, y pudieron irse. Al final Faraón mandó a su ejército para impedir su salida y los israelitas tuvieron que esperar un milagro en le orilla del Mar Rojo. Hubo una demora para enseñarles a depender de Jehová. David fue ungido rey pero tuvo que esperar años antes de ser coronado y durante este tiempo era perseguido por un hombre que quería matarle. Escribió en el Salmo 40, “pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” v.1. Y ¿qué de José? El recibió una visión de parte de Dios acerca de un futuro glorioso. Sin embargo fue vendido como esclavo por sus hermanos, y luego falsamente acusado por una mujer y encarcelado. Mientras estaba en la cárcel, hizo un favor a otro preso. Después de salir en libertad, se olvidó de José por alrededor de dos años. José iba a ser un destacado líder y la demora le enseñó valiosas lecciones. Su comentario a sus hermanos veinte años más tarde fue: “vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” Génesis 50:20. En verdad, Dios utiliza las demoras porque enseñan. El valor es ve como dice el texto de cabecera, “después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” Hebreos 12:11. –DAJ

Lectura Diaria:
Exodo 23:1-33 [leer]
/Salmos 66:1-67:7 [leer]
/Hechos 13:1-25 [leer]