Dios compara a los suyos como estrellas en el firmamento. Miremos esta preciosa figura.

“(Dios) cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por su nombre. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito” Salmo 147:4-5

 

Los astrónomos, expertos que estudian el mundo de las estrellas, saben de la existencia de una inimaginable cantidad de cuerpos celestes. Durante una conferencia en un planetario, uno de esos científicos dijo: “Sólo para contar las estrellas de la galaxia de Andrómeda se necesitarían más de cien años, si se pudieran contar 100 estrellas por minuto”. Aunque parezca exagerada la cifra, tenemos que reconocer que hay cuerpos celestes por miles y miles. No se dan muchas informaciones acerca de las estrellas en la Biblia, por el versículo del Salmo 147:4 sabemos que Dios conoce su cantidad. Además, a cada cuerpo celeste le dio un nombre, y no sólo un número. Es un testimonio a la omnisciencia de Dios, es un testimonio de que nada se escapa del conocimiento divino.

En el capítulo 15 de la primera epístola a los Corintios se compara a los creyentes, resucitados en un cuerpo glorioso, con las estrellas y su gloria. En el día en que el Señor vuelva por los suyos, todos los que se hayan dormido en Cristo resucitarán, formando una incontable multitud. Dios sabe cuántos son; más aún, conoce el nombre y el carácter de cada uno de los suyos. Es imposible para nosotros sacar una cifra de los millones de miembros que conforman al cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo tuvo su origen el día de Pentecostés cuando descendió el Espíritu Santo y bautizó a los primeros discípulos para formar la Iglesia. Ha seguido su labor desde entonces agregando a cada creyente verdadero a este Cuerpo, es decir, a la Iglesia. Pero Dios conoce a todos por nombre. Nadie está fuera de su conocimiento.

Cada redimido tiene un valor especial para Dios. En 1.a Corintios 15 leemos: “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos” (vss. 41-42). En sentido figurado esto se refiere a todos los salvados por la sangre de Cristo, que compartirán la gloria con él. Cada uno reflejará de manera diferente, pero espléndida, la gloria de su Salvador. ¡Qué maravilloso porvenir! No hay hijo ni hija insignificante en la familia de Dios. La gracia de Dios ha hecho esta maravillosa obra y cada creyente debe contentarse sabiendo que es conocido por Dios, es tomado en cuenta, y cuando Cristo venga, nadie se quedará atrás. Cuando habla de “su entendimiento”, la palabra hebrea significa “de su entendimiento, no hay cifra que se pueda poner”. –daj

Lectura Diaria:
Esdras 6 [leer]
/Daniel 7 [leer]
/Apocalipsis 2:18-3:6 [leer]