Lea de los tres huertos. El de Edén, de Getsemaní, y de la Tumba. Cada lugar tiene algo que enseñarnos.


“Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.” Juan 18:1. “En el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno” Juan 19:41

La historia del hombre comenzó en un jardín, en un día soleado lleno de esperanza para un mundo recién creado por Dios. Dios coronó sus actividades de seis días con la creación de un ser a la imagen de sí mismo. La raza humana tuvo su comienzo en el huerto de Edén. Desafortunadamente, en el mismo huerto Adán y Eva pecaron. Pero nuestro Dios Creador no quiso dejar la obra de su mano en esta condición e inmediatamente comenzó el plan de rescate. El hombre tuvo que abandonar su lindo “hogar” por causa de su pecado y perdió su privilegio de estar en el huerto. Este era el lugar donde su Hacedor venía para tener comunión con él. De allí en adelante el hombre conocía el bien y el mal desde el punto de vista del mal. Pero, Dios puso en acción el plan de rescate a través del Redentor quien llegó unos cuatro mil años después.

Jesús llegó a Belén y nació en un establo, cerca de los campos pastoriles. A unos treinta y tres años después, hallamos al Redentor en un huerto. Ha ido allí con sus discípulos pues su tiempo en este mundo llegaba a su fin. Su hora había llegado. El jardín de Getsemaní era un lugar predilecto del Señor, y en varias oportunidades había pasado tiempo entre los olivos orando en compañía con sus seguidores. Ellos habían aprendido grandes verdades en este huerto. Habiendo estado en el aposento alto, vinieron caminando al huerto de Getsemaní y esta vez su experiencia iba a ser muy diferente. Llegando a la entrada, Jesús deja a ocho de los discípulos allí y se adelanta llevando a Juan, Jacobo, y Pedro. Desafortunadamente no supieron los tres aprovechar estos minutos llenos de significado, sino se quedaron dormidos. El Señor les dejó con el encargo de “Velad conmigo”. Jesús se apartó de ellos sólo y se postró sobre su rostro angustiado, mientras contemplaba en su espíritu la gran obra que había venido a realizar. Resolvió que la voluntad del Padre fue primordial y se levantó para presentarse ante una turba de alterados que venía a tomarle preso.

Juzgado, maltratado, azotado y escarnecido, Jesús es condenado por Pilato a morir en la cruz. Terminada la obra que vino a realizar, Jesús entregó su espíritu al Padre, y fue bajado del madero. Manos piadosas le llevaron a un huerto cercano, en cuyo interior había un sepulcro nuevo, “en el cual aún no había sido puesto ninguno”. Si en un comienzo la muerte entró en el mundo cuando Adán estaba en el huerto de Edén, este huerto donde estaba la tumba en las afueras de Jerusalén fue testigo que hay vida eterna a través de Jesús quien resucitó. Se mostró vivo a los que le amaban y el huerto de la Culpa (Edén) ahora es reemplazado por el huerto de la Vida gloriosa obtenida por el Señor Jesucristo. Pronto partió Jesús para la Casa del Padre adonde va a llevar a todos los que hemos confiado en Él. ¿Anticipas tú ese día tan grato? Ningún creyente será echado afuera, sino estará en el cielo para siempre. –daj

Lectura Diaria:
Exodo 28:15-43 [leer]
/Salmos 74:1-75:10 [leer]
/Hechos 16:16-40 [leer]