“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”. Génesis 28:16-17

Jacob despierta a su realidad tal como el hijo pródigo que “volvió en sí” viendo su necesidad y lo que había hecho al alejarse de su padre e ir a la provincia apartada (Lucas 15:17). Jacob se da cuenta de la presencia de Dios, la cual ignoraba, y tiene miedo. Es que al percatarse de estar frente al Dios que todo lo conoce y que todo lo puede, el pecador no tiene argumentos y sólo puede caer de rodillas humillado e implorando misericordia, como los ejemplos que veíamos ayer. Jacob tiene que detenerse y cambiar radicalmente su forma de pensar y de vivir.

Jacob se convierte al Dios de sus padres, que hasta ahora era un Dios conocido de palabras para él. Sabía cosas acerca de ese Dios pero ahora se ha encontrado con él, o mejor dicho, Dios le ha encontrado en su camino y las cosas ya no serán nunca más como antes: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el… E hizo Jacob voto (Génesis 28:18-20). En el nuevo Testamento el apóstol Pablo resume este proceso por el que todo ser humano debe pasar para obtener la salvación como “arrepentimiento para con Dios, y fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Jacob se arrepiente de la vida que lleva hasta ahora, manifiesta su resolución en cuanto a cambiarla (“Y se levantó”) (v. 18), a actuar en consecuencia (“Y llamó”) (v. 19) y a seguir a Dios (“E hizo voto”) (v. 20).

Hemos visto brevemente los pasos en la conversión de este hombre, que parte su vida independiente haciendo lo que le place y yendo a donde quiere. A poco andar Dios se le revela y Jacob reconoce su ignorancia, despierta a la realidad y determina seguirle de ahí en adelante. Al final de su vida, en su lecho de muerte Jacob puede expresar lo que verdaderamente poseía: “Tu salvación esperé, oh Jehová” (Génesis 49:18). Jacob fue bendecido con la salvación al momento de confiar en el que hasta ese entonces era el Dios de sus ancestros, cuando huía de su hermano por el camino del desierto y al final de su vida nos muestra un destello de lo que le sostuvo en su vida, la “salvación de Jehová”. Jacob es un creyente de la antigüedad que nos enseña que debemos humillarnos delante de Dios, reconociendo nuestra indignidad, pero al mismo tiempo podemos recibir su gracia salvadora y sus bendiciones. Es hermosa la historia de la conversión de este joven. Quiera el Señor que el lector no salvado pueda mirarse en el espejo de la Escritura, ver al Dios eterno, reconocer su condición indigna y perdida y recibir la salvación de Dios entregando su vida a Cristo. rc

 

Lectura Diaria:
2 Reyes 15:32-16:20 [leer]
/Jeremias 50:21-46 [leer]
/Tito 2:9-3:15 [leer]