“Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” 2 Timoteo 1:12

Hay una promesa en la Biblia que contiene solamente cinco palabras. Es fácil calcular la cantidad de palabras, pero es imposible calcular la grandeza de la promesa. Ha sido una inspiración para muchos en horas de aflicción. Jeremías 31:13 dice “Cambiaré su lloro en gozo.” Años atrás, un ingeniero finlandés relató una interesante historia. Era un hombre bien conocido y la historia es de alto valor. He aquí la traducción de su relato. “Durante el invierno 1939-1940 prestaba mis servicios al gobierno y fui nombrado oficial en el ejército del general Mannerheim. Sitiamos una ciudad que había sido tomada por el enemigo y la reconquistamos. En consecuencia, tuve bajo mi custodia un cierto número de prisioneros bolcheviques, de los cuales siete debían ser fusilados. No olvidaré nunca el domingo que precedió a aquella ejecución. Los siete condenados se encontraban en el sótano del Ayuntamiento; en el pasillo, mis hombres tenían que vigilar con el fusil en mano. El ambiente estaba saturado de odio: mis soldados, embriagados por el éxito, se burlaban de los prisioneros; algunos de éstos juraban y golpeaban la pared con sus puños ensangrentados; otros gemían al pensar en sus familias.

Al amanecer del día siguiente debían morir. De repente, uno de los condenados se puso a cantar. De buenas a primeras todos pensaron que se había vuelto loco. Pero yo había notado que este hombre, llamado Koskinon, no había blasfemado ni se había puesto furioso como los demás; por el contrario, estaba tranquilamente sentado pero abrumado por una inmensa tristeza. Nadie hablaba, pues cada uno pensaba en su propia desgracia. Ese hombre empezó por cantar tímidamente; luego su voz se hizo más fuerte y con toda naturalidad, mientras todos lo miraban cantó la siguiente estrofa: –Al abrigo en los brazos de Jesús, — Mi alma descansa dulcemente — Oigo la voz de los ángeles que viene hacia mí — A través de los campos de jaspe, — A través del mar de cristal. — Koskinon repitió varias veces esta estrofa. Cuando dejó de cantar todos callaron durante algunos minutos. Luego, uno de sus compañeros que era más huraño que los demás, exclamó: ‘Koskinon, ¿dónde aprendiste este canto? ¿Tratas de hacernos religiosos?’ El interpelado dirigiéndose a sus camaradas y con los ojos llenos de lágrimas, les dijo: ‘Camaradas, escúchenme. Me preguntan dónde aprendí este canto. Hace tres semanas lo oí cuando lo cantaba el Ejercito de Salvación. Pero también mi madre cantaba acerca de Jesús y oraba a Jesús.’

Se detuvo como si tuviese necesidad de tomar nuevas fuerzas, y luego, levantándose, y fijando su mirada en ellos, prosiguió: ‘Es cobarde esconder lo que uno cree; el Dios de mi madre es ahora mío, aunque no puedo decirles cómo aconteció esto. Anoche, mientras estaba despierto, pensé que viera de repente el rostro de mi madre frente a mí. Me di cuenta de que yo como ella, debía tener como a mi Salvador, el Salvador suyo, para refugiarme en Él. Entonces oré, como el ladrón sobre la cruz, para que Cristo me perdonara, purificando mi alma y así me preparé para presentarme ante El, ya que pronto tendré que encontrarle.’” Koskinon conocía en Quién había creido. ¿Y Usted? LR/daj

Lectura Diaria:
Génesis 32:1-33:17 [leer]
/Salmos 1:1-3:8 [leer]
/Mateo 18:15-35 [leer]