“La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” 2 Corintios 7:10

Años atrás, un ingeniero finlandés relató una interesante historia que le tocó vivir cuando prestaba sus servicios al gobierno durante el invierno 1939-1940 y fui nombrado oficial en el ejército del general Mannerheim. Estaban custodiando unos soldados rusos que había de ser fusilados. De repente un soldado llamado Koskinon comenzó a cantar un himno y luego dio testimonio de haber puesto su fe en Cristo Jesús como su Salvador. Prosiguió Koskinon con su explicación a sus compañeros. “Fue una noche extraña pues por momentos me parecía que todo se iluminaba en derredor de mí, y versículos de la Biblia enseñadas por mi querida madre y estrofas de cánticos me venían a la mente trayéndome mensajes del Salvador crucificado, de su sangre que limpia de todo pecado, del hogar que Él ha preparado para mí. Lo acepté y le di las gracias; desde entonces, la estrofa de este canto no dejó de resonar en mí. Es la contestación de Dios a mi oración y no puedo guardar estas cosas para mí, pues dentro de unas horas estaré con el Señor, yo, pecador salvo por gracia”.

“La cara de Koskinon brillaba como iluminada por una luz interior. Sus camaradas permanecían sentados y callados.” El ingeniero finlandés se fijó en los soldados suyos que escuchaban en silencio lo que decía ese revolucionario bolchevique, mientras él se mantenía erguido, como clavado en el suelo. De repente habló uno de sus camaradas: “Koskinon: tú tienes razón, tienes razón. ¡Oh, si pudiera yo saber que hay misericordia para mí! Mis manos han derramado sangre, mi boca ha blasfemado a Dios y mis pies han pisoteado todo lo que es sagrado y santo; me doy cuenta que hay un infierno y que es el único lugar para mí. “ Luego el camarada se desplomó y gimiendo con desesperación, agregó; “Koskinon, ora por mí, mañana tengo que morir, mi alma estará en las manos del diablo”.

El ingeniero finlandés siguió su relato: “Ambos soldados se arrodillaron, uno orando por el otro. No fue una larga oración, pero seguramente este ruego alcanzó el cielo. Y nosotros, los finlandeses que escuchábamos, nos olvidamos de todo nuestro odio el cual se desvaneció con la luz del cielo. Estos dos hombres que iban a morir buscaban la reconciliación con Dios; una puerta hacia lo invisible estaba ya abierta. Estábamos nosotros atónitos ante tal escena”. No era para menos que estos finlandeses estuvieran pasmados por lo que veían, pero cuando Dios obra en el corazón del hombre endurecido, se ablanda el corazón y se arrepiente, “para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre” (Romanos 15:9). LR/daj

Continúa.-

 

Lectura Diaria:
Génesis 33:18-34:31 [leer]
/Salmos 4:1-6:10 [leer]
/Mateo 19:1-15 [leer]