La mayoría de nosotros hemos tenido algún dolor que ha significado sufrimiento en nuestro cuerpo. Seguramente algunos han sufrido más que otros. ¿Es posible medir el dolor?  A veces hablamos de los sufrimientos de Cristo. Sin embargo, sería imposible asignar una cifra a ellos para que captemos cuánto sufrió por nosotros. Lo que pasó en el huerto de Getsemaní es un indicio de su sufrimiento profundo y los discípulos se quedaron dormidos frente a su experiencia. Contemplar los sufrimientos de Cristo nos ayuda a apreciar su profundo amor y entrega que hizo posible que pudiera tener la salvación eterna.

 

Entonces llegó Jesús con ellos (los discípulos) a un lugar que se llama Getsemaní,… Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, (Jesús) comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.” Mateo 26:36-37.

 

Los detalles acerca de la pasión del Señor Jesús se hallan en los cuatro evangelios. Aproximadamente un tercio de lo escrito por los cuatro escritores se refiere a los sufrimientos de Jesús. No escribieron una biografía del Salvador sino comunicaron lo que Dios hizo a través de Jesucristo para la salvación de los pecadores. Si los creyentes en Jesús disfrutamos del gozo y de la paz de Dios, es porque Él pasó por mucho sufrimiento para obtener todo lo que tenemos. Isaías el profeta le presenta como “Despreciado y desechado entre los hombres, VARÓN DE DOLORES, experimentado en quebranto” Isaías 53:3.

 

En el huerto de Getsemaní Jesús “comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera” delante de sus discípulos, Mateo 26:37. Jesús había experimentado tristeza y angustia antes, pero esto fue diferente. El Salmista lo presenta como quien desciende a las profundidades del mar. “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí” Salmo 42:7. Las olas del juicio vienen para envolverle y pasar por encima de Él. La quietud del aposento alto de donde habían venido se contrasta con lo que el Señor vislumbra en el lugar de Getsemaní. En el aposento alto, habían cantado el Hallel, (los Salmos 113-118), antes de descender para cruzar el arroyo el Cedrón para dirigirse a Getsemaní. Lo que el Señor iba a realizar en la cruz haría posible que el pueblo suyo pudiera alabar a Dios por su gran misericordia.

 

Dejando a ocho discípulos a la entrada del jardín, Jesús penetró más adentro llevando a Pedro, Juan y Jacobo. Delante de ellos, demostró su profunda y sentida tristeza y su gran angustia en vista de lo que iba a suceder. A pesar de ser requeridos a velar y orar con su Maestro, los tres se quedaron dormidos cuando Jesús se adelantó solo para orar. Los tres no captaron en toda su magnitud el momento crucial que vivía el Señor a punto de comprometerse a hacer la voluntad del Padre. Por quedarse dormidos, perdieron un gran privilegio de acompañar al Señor como Él les había pedido. Jesús dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” Hebreos 10:7. Ahora podemos decir, “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” Hebreos 10:10. Gracias a Dios por su don inefable. –daj

Lectura Diaria:
Éxodo 36:1-38 [leer]
/Salmos 89:1-18 [leer]
/Hechos 21:17-40 [leer]