“Y Dios mismo estará con ellos como su Dios” Apocalipsis 21:3

El sufrimiento y el dolor muchas veces es desconocido para los demás. En un himno ya bastante conocido, un cantante cristiano entona acerca de los que ríen pero en esa risa esconden aflicción.  En el pasaje que hemos considerado brevemente estos días, leemos que nuestro Señor, “angustiado él, y afligido, no abrió su boca” (v. 7). ¿Se identifica usted con él en alguna circunstancia de su vida personal?

Todos pasamos por aflicciones y penas, y son en último término consecuencia de la caída relatada en Génesis. La maldición es fuerte: el hombre comerá su pan diario “con dolor”, “todos los días de tu vida” (Génesis 3:16, 17). Este es el origen primario del dolor, del llanto, de la aflicción, lo que Salomón describe en estas palabras: “Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar”. “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:8, 14).

A diferencia de nosotros, de nuestro Señor Jesucristo se nos da una explicación que debe intensificar nuestra percepción del amor de Dios y nuestra gratitud para con su persona y su obra. Es cierto, él sufrió, él padeció, él fue angustiado y afligido, él fue llevado al matadero… “aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca” (v. 9). Nuestro sufrimiento en esta tierra es en último término justo y merecido. No debió ser así, pero así es. El Hijo de Dios vino al mundo para restaurar el estado original de las cosas en cuanto a la comunión del hombre con Dios, y para entregar verdadera felicidad al hombre, en palabras de la Escritura, Jesús vino “para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). Por sus sufrimientos, porque Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (v. 6) porque él “llevó nuestros pecados sobre el madero”, por “su herida” (1 Pedro 2:24), ahora Dios ofrece y da la vida eterna, la salvación a todo aquel que le recibe con fe (Juan 1:12).

Al final de la Escritura, y al final del tiempo la Biblia nos enseña de un lugar, preparado por Dios mismo, donde “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Piense esto, Dios enjugará toda lágrima… para siempre. No es que vayan a seguir habiendo lágrimas que deban ser enjugadas, sino que no habrá más.  ¿Disfrutará el lector de esta grande y eterna bendición? Todo es posible por los sufrimientos de aquel inocente que no abrió su boca mientras era llevado a la cruz donde llevó nuestros pecados. Recíbale como su Salvador y tendrá la vida eterna. –rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 13:1-14:24 [leer]
/Job 16:1-17:16 [leer]
/Mateo 8:1-27 [leer]