“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” Juan 4:24

Conversando el Señor Jesús con la mujer de Samaria, Él dijo algo acerca de la adoración, destacando que debe nacer en el corazón del individuo. La situación de la mujer es conocida, pues había tenido fracasos en el matrimonio. Aunque buscaba agua del pozo, tenía otra sed en la profundidad de su ser, que sólo podría ser satisfecha con el agua viva que el Señor Jesús quería darle. No solamente estaría satisfecha ella al recibir esta agua, sino ella misma llegaría a ser una influencia refrescante en la vida de otros. En su condición presente, no era capaz de dar nada a nadie.

La mujer intentó desviar la conversación cuando Jesús le reveló que Él sabía que había tenido cinco maridos y él con que vivía no era su marido. Cambió el tema para defender el lugar establecido por los samaritanos comparado con Jerusalén, como insistían los judíos: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v.20). Inmediatamente Jesús le reveló un gran cambio que iba a ocurrir: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (v.21). Jesús fue muy franco con ella diciendo: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (v.22). Es siempre chocante cuando alguien nos dice que estamos procediendo mal en nuestros ejercicios religiosos. Siguiendo con su revelación, Jesús indicó que ya había llegado el momento para adoptar la nueva forma de adorar: “La hora viene, y AHORA ES, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). Los elementos fundamentales de la verdadera adoración están en este versículo.

Dios es Espíritu y los verdaderos adoradores deben comunicarse con Él ejerciendo la capacidad espiritual que tienen para expresar su aprecio por lo que Él es. Desde su fuero interno, desde su corazón, el salvado por la gracia de Dios se acerca al Padre sabiendo que Él está esperando esta clase de adoración. Puede ser que la liturgia sea muy elegante, las vestimentas de exquisita confección, y el servicio impresionante, pero Dios no los aprueba: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación, … vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas… Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré” (Isaías 1:13-15). En una palabra, era una adoración inaceptable. La aceptable es la que induce el Espíritu Santo en base de la verdad; la verdad acerca de Dios, acerca de su misericordia, y el rico don de su gracia. Es acerca de Jesucristo y su gran obra en la cruz de la Calavera y de su resurrección para salvarnos eternamente, etc. Adorar es elogiar a Dios por todo lo que es y ha hecho. Solamente los salvados que han recibido el agua viva están en condiciones de adorar a Dios. –daj

Lectura Diaria:
Éxodo 39:1-43 [leer]
/Salmos 92:1-93:5 [leer]
/Hechos 23:12-35 [leer]