Los de Nazaret fueron incrédulos y despreciaron al Jesús evangelista. Querían un Jesús coterráneo, amistoso, conocido y familiar. No es así nuestro Señor. El es el Hijo de Dios y ha de ser recibido como tal.

“Y (Jesús) estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando” Marcos 6:6

Antes que el Señor Jesús llegara a Nazaret y mientras estaba predicado en Galilea, sus familiares se alarmaron por sus dichos. “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí” (Marcos 3:21). Opinar que estaba “fuera de sí” era grave y querían tomarle para que no siguiera predicando. “Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle” (Marcos 3:31). Una multitud estaba sentada alrededor cuando le avisaron que los suyos le buscaban. Su respuesta dejó en claro que refutaba su opinión y sus intenciones de hacerle dejar de predicar: “¿Quién es mi madre y mis hermanos?” (v.33). “Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (vv.34-35).

Jesús terminaba su visita a Nazaret “y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Marcos 6:6). Jesús había enseñado en otras partes, y la reacción había sido diferente. La reacción negativa en Nazaret no hizo que Jesús disminuyera su actividad en otras partes. En este detalle hay un buen ejemplo para nosotros. A veces en nuestro servicio para el Señor, no vemos los resultados deseados, pero nos trasladamos a otra parte y hay bendición.

Los doce discípulos del Señor habían sido testigos de la incredulidad de los nazarenos, pero el Señor les “llamó, y comenzó a enviarlos de dos en dos”. El Señor había predicado en diferentes partes y ahora envía a los discípulos a hacer lo mismo. El momento de ser enviado para predicar llegó. La llamada original fue: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Meses más tarde “estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14). Ahora les envía en una misión. Han de ir de dos en dos, lo cual promueve la comunión en el servicio. También se pueden animar mutuamente compartiendo la tarea. La Biblia establece el principio que ”en la boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16). En Eclesiastés dice: “Mejores son dos que uno… Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; Pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Eclesiastés 1:9-10).

Jesus, el Hijo de Dios, no se desanimó por la incredulidad y desdén con que le trataron sus coterráneos. Antes bien, avanzó en el servicio y testimonio del Reino de Dios enviando misioneros a otras regiones y continuando él mismo la obra evangelizadora. Que nos sirva de ejemplo y de animadora realidad. –daj/rc

Lectura Diaria:
Levitico 22:1-33 [leer]
/Salmos 128:1-131:3 [leer]
/Marcos 8:11-26 [leer]