Comenzar una vida nueva y diferente a los 80 es un privilegio reservado a muy pocos. Así pasó con Moisés, el gran caudillo. Lea de su preparación para la tarea. “Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.” Éxodo 4:5. Moisés pasó con éxito la primera prueba que Dios le dio cuando le ordenó echar su vara en la tierra, la cual se tornó en una culebra. Luego la tuvo que tomar por la cola y se volvió la vara inofensiva como antes. En seguida Jehová se identificó como el mismo “Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” Éxodo 4:5. ¿Se refiere Dios a los padres sanguíneos de Moisés? ¿O a sus antepasados? La palabra original permite ambas interpretaciones. Me gusta pensar que la historia de Moisés había sido tan especial en el pasado, que los israelitas se acordarían del bebé rescatado del agua por la hija de Faraón quien llegó a ocupar un lugar de importancia en las altas esferas del gobierno. También sería conocido que por defender a un hermano israelita, tuvo que huir al desierto. Si bien es cierto que poco o nada se había sabido de Moisés, ahora cuando llegara relatando lo sucedido en el desierto y la promesa de librar al pueblo, la parte milagrosa de su vida de antes sería recordada. Los padres actuaron con fe, lo cual quedó registrado en los anales de los israelitas como algo especial. Vea Hebreos 11:23. Dios estableció el principio que en la boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Vea Mateo 18.16. Dios dio otra prueba confirmatoria a Moisés. Esta vez ha de meter su mano en su seno. Cuando lo hace y la saca, estuvo leprosa, blanca como nieve. Tiene que haberle producido asco al ver que su cuerpo sano ahora tiene una enfermedad inmunda. ¿Habría pensado Moisés que si él se quedara en estas condiciones con la lepra, no serviría para nada, pues no podría tener contacto con nadie? Jehová le ordenó a meter su mano otra vez y luego sacarla. Metió su mano leprosa en su seno y salió restaurada a su condición anterior como el resto de su carne. Moisés sabe que Jehová es poderoso para cumplir todo lo que quiera, aún en situaciones que parezcan imposibles para el ser humano. Jehová ha anticipado que el pueblo no vaya a creer a Moisés y por eso le avisa cual sería el procedimiento. Si no creen la primera señal, usar la segunda. En caso que no creyera ninguna de las dos, hay una más que no se puede ensayar ahí en el desierto. Moisés tendrá que esperar que el momento preciso llegare. Tiene que ver con las aguas del río. “Y si aún no creyeren a estas dos señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y las derramarás en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en la tierra” v.9. Lo rojo de la sangre estará a la vista. Las señales eran para ser vistas por las cuales Jehová respaldará lo declarado de su siervo. Después de todo esto, y a pesar del poder manifiesto de Jehová de controlar toda situación, Moisés se mira a sí mismo, halla un defecto y trata de eludir la responsabilidad impuesta, v.10. De todas maneras, obedeció a Jehová y los israelitas llegaron a salir de su esclavitud. Llegaron a su tierra pero la pérdida de ella muchos años después es otro tema, como lo es también su recuperación en el siglo pasado. La lección en ésta es que Moisés tuvo un nuevo comienzo en su vida a los ochenta años de edad. –daj Lectura Diaria: 2 Cronicas 26 [leer] /Ezequiel 43 [leer] /Juan 19:17-42 [leer]