Todo el mundo quiere ser considerado sabio. Pero la verdad es que actuamos neciamente a veces. Lea de una forma de obtener sabiduría.
“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.” Proverbios 4:20.

Conversaba con un hombre, padre de tres hijos. Me mostró una nueva Biblia de estudio. Explicó que con sus hijos iban a leer en los Proverbios. La Biblia tenía anotaciones para que los niños pudieran ser bien instruidos. “Excelente,” le dijo, pues quería animarle a estudiar la Palabra de Dios con sus hijos. El mayor de ellos tiene quince años y por cierto es una edad vulnerable. Los jóvenes de esta edad no buscan la compañía de sus padres, prefiriendo pasar tiempo con sus amigos. Cuando los amigos son buenos, no hay mucho que temer. Sin embargo, aunque sean los mejores amigos, no hay nada que supere la Palabra de Dios como fuente de conocimiento y sabiduría. La Biblia responde a las preguntas que los hijos pudieran hacer referente a la vida. Establece principios para desarrollar el carácter, orientar la conducta y poner límites a la conversación. Las palabras de la Biblia pueden tener efecto constante en la vida y por eso la exhortación, “No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo” Proverbios 4:21-22.

¿Qué es lo que es la sabiduría? La sabiduría es la capacidad de tomar una decisión correcta. Esta clase de sabiduría resulta en nada que lamentar después de actuar. La sabiduría es también la capacidad de formar un buen juicio sobre un tema. Es el producto de acumular conocimiento de un tema y ganar experiencia por práctica. La sabiduría es más que inteligencia. Por cierto la inteligencia le ayuda a sacar conclusiones que conducen a actuar apropiadamente. La Biblia identifica la esfera donde la sabiduría se aloja: “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” Proverbios 4:23. Debemos decir como el salmista, “en mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” Salmo 119:11.

Todos nos acordamos de ocasiones cuando no hemos actuado sabiamente. Analizando estos incidentes, reconocemos que no aplicamos algún principio bíblico. Debemos familiarizarnos con los mandamientos que Cristo nos ha dejado para seguirlos. “Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” Juan 14:15, 21. En los evangelios hallamos muchos ejemplos del Señor Jesucristo actuando con sabiduría. Por ejemplo, a la mujer samaritana le llevó al punto culminante en la conversación y ella confesó su pecado. La mujer tomada en adulterio fue tratada con sabiduría por el Señor. Durante su última visita a Jericó, Jesús tuvo contacto con Bartimeo y con Zaqueo en formas diferentes, pero actuó con gran sabiduría. En los diálogos con los fariseos que buscaban atrapar a Jesús en sus palabras, demostró gran sabiduría. Por eso, los alguaciles enviados a arrestarlo volvieron con las manos vacías diciendo, “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Juan 7:46. Conocer y obedecer a Cristo como Señor y Salvador es una manera de obtener sabiduría. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” Juan 15:10. –daj

Lectura Diaria:
Levitico 9:1-24 [leer]
/Salmos 109:1-110:7 [leer]
/Marcos 1:21-45 [leer]