¿Estás apartado? ¿Te has alejado del Señor? Estas palabras son para ti.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” Mateo 11:29-30

 

El que vino desde el cielo para ser nuestro Salvador es Jesucristo. Dijo Él, “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mi no permanezca en tinieblas.” Juan 12:46, En este mundo de confusión religiosa, de oscuridad moral, y de egoísmo personal, Dios ha entrado con su luz admirable. “En El no hay tinieblas.” A pesar de todo lo que Dios ha hecho a favor de la humanidad, hay personas que después de haber profesado la fe en Cristo Jesús, se desvían del camino. Esto causa pena a los que les han conocido en tiempos mejores cuando servían al Señor. Entristece a Dios y a sus amigos cristianos y familiares. Muchos se sienten mal cuando observan a un hermano o hermana apartándose de los goces del cristianismo. Al ver que se apartan del camino de rectitud, muchos oran para que no continúen en tal camino. Su deseo es ver al extraviado ser recuperado. Gracias a Dios que en algunos casos, llega el momento en que el mismo afectado desea volver. Es precisamente ahí donde tienen un problema. ¿Cuáles son los pasos que tal persona debe dar para volver a disfrutar de la comunión con Dios? Por supuesto a la Biblia tenemos que consultar para encontrar la respuesta.

 

Son tres las posibles razones por qué personas se alejan de la fe cristiana. 1) Se dejan vencer por la tentación, aceptando algo de dudoso valor reemplazar su devoción a Cristo. 2) Se desaniman por motivos personales, y en vez de fortalecerse en Dios, prefieren lo que la carne pecaminosa ofrece y esto nunca edifica, sino destruye. 3) Existe la posibilidad que nunca fueron realmente convertidas y en tal caso, es mejor que su situación verdadera se sepa, para no continuar viviendo una vida hipócrita. Para los que realmente son del Señor y quieren volver, la ruta de regreso es siempre lo mismo. a.) El reconocimiento franco de su verdadero estado espiritual. b.) El arrepentimiento genuino, que significa buscar a Dios en oración y declarar lo que la persona entiende de su condición para abandonarla. c.) La confesión del pecado, sabiendo que Dios sabe todo y no hay que enchapar el pecado con nombres seudónimos. Finalmente d.) Con fe, y dependiendo de su misericordia y su gracia, disfruta el perdón a través del Señor Jesús. Por ejemplo, es hacer suya la promesa del Señor en Mateo 11:28, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

 

El pasaje clásico al respecto es Lucas 15, donde el hijo menor se alejó del padre, y estando lejos habiendo perdido todo, se acordó del lugar que antes había conocido y pensó “en la casa de mi padre,” hay “abundancia de pan.” El hijo conocía al padre como generoso y perdonador, y por eso decidió volverse, dispuesto a franquearse con el padre, confesando, “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” (Lucas 15:21). Así fue que el hijo volvió, y fue tratado mucho mejor que él hubiera soñado. No solamente había abundancia de pan, sino mucho más, como abundancia de comida, y sobre todo el beso del perdón en su mejilla. La vía de regreso es siempre lo mismo. A.) Reconocer la verdadera situación espiritual delante de un Dios santo. B.) Arrepentirse para no continuar en el pecado. C.) Confesar a Dios el pecado sin echar la culpa a otros, asumiendo su responsabilidad sabiendo que ha dado pena al corazón de Dios. D.) Con fe en la presencia de Dios confía en los méritos del Señor Jesucristo, porque “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1.a Juan 1:7). –daj

Lectura Diaria:
2 Reyes 6:1-23 [leer]
/Jeremias 39-40 [leer]
/Hebreos 10:1-18 [leer]