“Para ser vistos de ellos” Mateo 6:1

Al ser humano le gusta mostrarse solidario y compasivo delante de sus semejantes. Cuando ocurren catástrofes naturales es evidente que expresiones de sincera solidaridad emergen en la gente, y hay algo de Dios en eso, en el sentido que él mueve corazones y voluntades para ir en auxilio de quienes más lo necesitan. No obstante no debemos confundir las cosas, pues una buena obra nada aporta ni trabaja para la salvación del alma, que es por la fe puesta en Jesucristo, el Hijo de Dios.

En el día a día, se dan lamentablemente situaciones difíciles e injustas. Así es la vida humana, pues producto del pecado que está presente el mundo no funciona como debió ser. Todo está corrompido, todo está degenerado en cuanto a que no persigue ni procura la gloria de Dios. David escribe:

“Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Salmo 53:2-3).

¿Cómo dice que nadie hace lo bueno, ni siquiera uno? ¿Y qué de todas las manifestaciones de bondad con el prójimo que vemos a diario? Debemos recordar lo que la Biblia dice, que todo lo bueno que podamos pretender hacer, todo lo que pudiéramos presentar a nuestro favor es detestable a los ojos de Dios (Isaías 64:6), en cuanto no proviene de un corazón que le busca ni le agrada por naturaleza. Eso no trabaja por nosotros en granjearnos el favor ni el perdón de Dios. Desde el momento en que un pecador “hace lo bueno” (Juan 5:29), es decir, cree en Jesucristo recién hace “la obra de Dios” (Juan 6:29), que es lo único que Dios demanda para reconocer a un individuo como alguien que le agrada. De ahí en adelante la bondad y la compasión genuinas de un cristiano verdadero son manifestadas en su andar, su solidaridad, su buen trato, su gentileza, su condescendencia (Efesios 2:10). Jesús dice que no seamos como los religiosos que pretenden obrar bien para ser vistos de los demás y recibir halagos y buen nombre. Lo primero es creer en Cristo y recibirle como el Salvador personal, luego obrar su justicia, como él lo hizo en este mundo, misericordioso, compasivo, amistoso. Dio su vida en nuestro lugar en la cruz, la que fue “su obra” (Lucas 13:32), no para ser visto de los hombres sino para cumplir la voluntad del Padre (Hebreos 2.10). rc

Lectura Diaria:
Jueces 16 [leer]
/Isaías 35 [leer]
/1 Corintios 13 [leer]