David el rey es un personaje interesante en la Biblia por varias razones. Su elección como rey cuando su propio padre ni le consideraba digno es el comienzo de su historia. Su gran victoria sobre Goliat y el gran apego de hombres valientes a él cuando era perseguido forman parte de la historia. Es la parte profética que llama la atención.

 

Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel.” 2 Samuel 7:8.

 

Miles se han sentido encantados con la historia de David en el Antiguo Testamento. Ocupa un lugar de gran importancia no sólo por su hazaña en matar al gigante Goliat, ni por haber escapado del malvado Saúl cuando éste le perseguía para matarlo. David ocupa el lugar de importancia porque Dios hizo varias promesas referentes a él. Estas han de ser llevadas a cabo en el futuro por el Señor Jesús cuando esté reinando. La mayor parte de la historia de David está en Segundo Samuel, y continúa en los primeros dos capítulos de Primero Reyes. Durante cuarenta años, David reinó (1011-971 a.C) primeramente sobre Judá, teniendo Hebrón como su sede de gobierno. Del año 1004 reinó sobre la nación unida de Judá e Israel desde Jerusalén. Aunque David estaba vivo solamente en los primeros dos capítulos de Primero de Reyes, su nombre sale 92 voces en los dos libros de Los Reyes.

 

Segundo Samuel 7 contiene revelaciones especiales hechas a David a través de Natán el profeta. En ellas, Dios le prometió una dinastía duradera. En verdad, fue ésta la promesa que sirvió a la nación durante años como su norte. Quedan por cumplir algunas promesas, pero el Señor Jesús tendrá que venir a buscar a su Iglesia primero, y luego de siete años de tribulación, vendrá como el Gran Libertador para reinar durante el Milenio. Jesucristo, el gran hijo de David pondrá en orden los asuntos de la nación de Israel y del mundo entero.

 

David fue padre de diecinueve hijos, algunos de los cuales murieron antes que él.  ¿Quién no se acuerda de su patético lamento por Absalón? Turbado, David “subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón!? ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” 2 Samuel 19:4. A pesar de las falencias en David, su obediencia al Señor era el estándar por el cual los reyes de Judá fueron juzgados. La vida de David está llena de episodios instructivos, y los salmos que escribió dejan en claro su apego férreo a la inmutabilidad de Dios. “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” Salmo 36:5. Aprendamos de él para reconocer la grandeza de Dios.  –daj

 

Lectura Diaria:
Deuteronomio 3 [leer]
/Eclesiastés 3:16-4:16 [leer]
/Lucas 7:1-29 [leer]